D. Fernando sirvió como arzobispo coadjutor durante unos años en la Archidiócesis de Granada y su recuerdo es el de un pastor decidido capaz de afrontar los problemas y las dificultades con mucha franqueza y mucha limpieza y mucha sencillez de corazón.

Cuando la edad le obligó a jubilarse, ha estado residiendo en Málaga, donde será su entierro, y he podido en estos años compartir con él muchos momentos de reflexión, de comunión y de ayuda mutua. También en los años que fue Secretario de la Conferencia Episcopal, y en el trabajo y en la preparación de algunos documentos en los que colaboramos muy estrechamente.

Puedo decir de D. Fernando que es profundamente un hombre de Iglesia. Sentía, y siente, ahora ya en el Abrazo de la Misericordia de Dios y esperamos que en la vida eterna, la Iglesia como el Cuerpo de Cristo y, por lo tanto, cómo el servicio a Cristo es inseparable del servicio a la Iglesia, en las circunstancias históricas concretas en las que el Señor permite que su Pueblo tenga que afrontar los desafíos y los retos.

Siempre le he percibido como un hombre de Iglesia con un amor profundo al Cuerpo de Cristo; con una certeza grande de que la vida de la Iglesia no sobrevive, no se seculariza, se mundaniza, se destruye por dentro a sí mismo cuando pierde el horizonte de la vida eterna y de la esperanza escatológica en Jesucristo. Es decir, que Jesucristo no es sólo nuestro origen, porque hemos sido creados por Él, sino también nuestra meta, porque hemos sido creados para Él.

Él lo ha encontrado ya. Le pedimos al Señor que tenga misericordia de las limitaciones o faltas que haya podido encontrar en su persona y en su ministerio como criatura humana. Él ha sido un buen pastor y recibirá el premio de los buenos pastores.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

25 de enero de 2019, Granada