El drama humano, el drama que somos cada uno de nosotros y que es nuestra vida, se ilumina, se comprende, se vislumbra, desde el fin que tiene. Qué distinto es vivir la vida con la conciencia de que todo acaba con la muerte, o vivirla con la conciencia de que vivimos para el Cielo, de que vivimos para Ti, Señor. Qué distintas son las relaciones humanas. Qué distinta es nuestra mirada al pasado y al futuro. Qué distinto es nuestro corazón y nuestra esperanza.

Al recibir a la Virgen de las Angustias de la Alhambra, la última Imagen de Pasión de nuestra Semana Santa, comprendemos que es la celebración de la Pascua, la que hace que esta Semana sea santa; la que hace que tu pasión y tu muerte no sea una más entre los millones y millones y millones de víctimas de la historia humana, sino un dolor y una muerte que ilumina nuestras vidas, nos abre el camino del Cielo y nos abre en esta vida ya el camino de la libertad y del amor, poniendo a tus pies, Señor, y a tus pies, Madre nuestra que tu Hijo nos entregó en la cruz, todas muestras intenciones, todas nuestras necesidades, nuestras carencias, nuestros dolores, nuestras heridas, rezamos juntos la Salve.

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve.
A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva;
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos;
y después de este destierro
muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima,
oh piadosa,
oh dulce siempre Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

31 de marzo de 2018
Plaza de las Pasiegas, Sábado Santo