Hace no muchos días, en Granada y en otros lugares, las iglesias aparecieron con pintadas sumamente ofensivas para el pueblo cristiano y para el Señor. Y dentro de nada va a haber también unas elecciones. Entonces, a mí me parece que hay un criterio simplemente muy sencillo y muy elemental.

A la Tradición cristiana pertenece que la Iglesia es un Pueblo. Uno de los nombres primeros que el Concilio da a la Iglesia es el de “Pueblo de Dios”. Yo saludo siempre las homilías diciendo “Pueblo Santo de Dios”. Digo antes otras cosas, como “Esposa de Jesucristo”, pero es “Pueblo Santo de Dios”, y así lo ha llamado la Tradición de la Iglesia siempre. La categoría de Pueblo ha sido un poquito abandonada porque la Teología de la liberación la entendió en clave sociológica y cosas que no hacen al caso ahora mismo, pero lo cierto es que la Iglesia tiene que retomar su conciencia de Pueblo, del que formamos parte todos los bautizados, todos los hijos de Dios. Y un pueblo es pueblo, sólo es pueblo si se siente protagonista de su historia. Y eso, al menos en nuestra Tradición española, hace siglos que no nos sentimos. Y os pongo un ejemplito de una obra muy clásica y muy conocida. En el “Gran teatro del mundo” hay una escena en el que la fe tropieza pero la monarquía la sujeta en un momento, y cuando llega el momento del Juicio Final, a la monarquía le tocaba ser condenada porque había tenido una vida espantosa, pero el Señor la acepta y la acoge en el Cielo por haber sostenido a la fe. Von Balthasar, comentando esa escena de “El Gran teatro del mundo”, allá por los años 60, dice: Esta escena de esta pieza (que es una pieza maestra de la literatura cristiana de todos los siglos) refleja un problema específicamente español, ya en el siglo XVII, que era la Monarquía católica (en España se llama así) la que tiene el deber de defenderlo. Y cuando no, son los obispos.

Mientras estemos delegando, sea en quien sea, nuestro protagonismo como Pueblo, no estamos respondiendo a lo que somos, y hemos aceptado vaciarnos de nuestra sustancia. Cosas como las de las pintadas, se frenan si hay un pueblo que responde; que actúa; que se mueve; que no tolera ciertas cosas. Algunos de los historiadores que han vivido, que vivieron y han explicado en clave cristiana las complejísimas causas de la Guerra Civil española dijeron: cuando hubo las primeras quemas de iglesias durante la Guerra Civil, si el Pueblo cristiano no fuera más que unas pequeñas bandas de insolentes; si el pueblo cristiano hubiera sido capaz de responder, no habría habido Guerra Civil. No sé si el juicio es verdad o no es verdad, lo que sé es que, efectivamente, no nos sentimos un Pueblo. Por muchos motivos: porque estamos muy fragmentados, porque vivimos muy para adentro…

El Papa nos invita constantemente a que seamos un pueblo. Yo creo que los pueblos de América Latina se sienten mucho más pueblo y son mucho más capaces de hacer frente a situaciones que nosotros mismos, a pesar de que sus situaciones sean muy difíciles. Y no es una cosa que responda a unos o a otros, ni es un deseo de quitarse de en medio una responsabilidad. Lo que sé es que una carta del obispo a las instituciones que corresponda comentando esto sería absolutamente inútil. Pero si hubiera un pueblo que expresara su desagrado de que estas cosas sucedan, no hoy, sino muchos domingos, por ejemplo; o de que se puedan hacer otras cosas, seguro que no sucederían. ¡No deleguéis vuestra responsabilidad como Pueblo, como miembros de un Pueblo del que nos sentimos orgullosos de ser! Ni la deleguéis en partidos, ni la deleguéis en nadie. Nuestra vida como Pueblo es fruto de la Presencia de Cristo en nosotros y de nada más. Y eso, ni nadie tiene el poder de quitárnoslo, ni nadie tiene el poder de darnos la vida que queremos. Esa vida nos la da el Señor y nosotros la valoramos más que la vida física. Cuando en los primeros siglos la persecución sacudía, sacudía a todos, desde obispos hasta niñas de 13 años. Y cuando esos cristianos juntos daban testimonio de su fe, el Imperio temblaba.

Son pequeñas reflexiones de un pastor. Que el Señor nos conceda antes que nada volver a ser Su Pueblo. No un pueblo cualquier. Su Pueblo; el Pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo. Protagonista de su propia historia, no víctima de una historia que hacen los demás para nosotros. No. Nada de víctimas. Somos hijos de Dios. ¿Víctimas de qué? Protagonistas de nuestra propia historia. Y eso no nos lo puede quitar nadie.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

17 de marzo de 2019
S.I Catedral de Granada

Escuchar palabras a partir minuto 18.