Fecha de publicación: 7 de enero de 2021

Sabemos de él a través de lo que escribió Eugipio, uno de sus discípulos. Desconocemos los datos de su origen y primeros años. Su historia como religioso transcurre en lo que sería la actual región de Baviera y Hungría, asolada por entonces por el ataque de los bárbaros procedentes de Asia.

En esa época, que asistió a la caída del Imperio Romano de Occidente, la imaginería apocalíptica florecía: se hablaba de la justicia vindicativa de Dios y de Atila como un Anticristo. Severino, llevando una vida pobre y pacífica, llamaba urgentemente a la conversión y a la penitencia, que él mismo llevaba a cabo con su estilo de vida.

Como Jonás en Nínive, Severino se viste de sayal y predica la conversión a la ciudad de Astura, advirtiéndoles de que, si no cambiaban de conducta de sus vicios y empezaban a vivir del perdón y la misericordia, sufrirían un castigo. Sin hacerle caso, Severino les deja y se va a Cumana. Poco más tarde los bárbaros arrasarían la ciudad.

Su figura es respetada por romanos y bárbaros arrianos. Aunque gusta de la soledad monacal, se convierte en una presencia cristiana entre las multitudes. Por aquellas llanuras heladas, la gente se admiraba de verle siempre con los pies descalzos, penitente, ayunando, consolando y sanando enfermos, llamando siempre a la conversión y penitencia. Pese al momento de crisis histórica, Severino funda varios monasterios.

Durante la fiesta de la Epifanía del año 482, San Severino siente la prescencia de su muerte. Mandaría entonces un último mensaje de amor y de fidelidad al Evangelio, antes de entregar su vida al Señor el 8 de enero.