Nació en la provincia de Licia, situada en la región del Asia Menor. Sabemos que abrazó la vida de eremita en el desierto egipcio. Volvió a su tierra natal y, al poco, partió de nuevo para instalarse en Palestina.

Fue allí donde trabó amistad con otros santos penitentes notorios, como San Juan el Silencioso, San Sabas, San Teoctisto o San Atanasio de Jerusalén. Como otros casos históricos de anacoretas en el desierto, el testimonio de San Gerásimo atrajo para sí a multitud de discípulos, que llegaron a integran un convento cerca del Jordán.

Vivían de la oración y el trabajo manual, dentro de una regla severa. Se mantuvo un tiempo dentro de la herejía eutiquiana, de carácter monofisista. Vuelvo al camino de la Iglesia, su nombre ya fue famoso en el Concilio de Calcedonia del año 451. Su convento perduraría un siglo después de su muerte.