Fecha de publicación: 6 de noviembre de 2020

No todo son caballeros cruzados en la historia medieval. Este abad fue uno de esos monjes que renunció a seguir en el monasterio que presidía en la región alemana de de Wurttemberg, para ir durante la segunda cruzada sencillamente a predicar en Persia y Arabia.

Gracias a su incursión, permitió la entrada de nuevos peregrinos a los lugares santos. Estuvo detrás de la fundación cuatro pequeñas ciudades cristianas en tierras del Islám: Jerusalén, Antioquía, Edesa y Trípoli.

Cuando se despidió de sus hermanos religiosos, cerca del lago Constanza, les dijo: “Creo que no volveré a veros en esta tierra, pues Dios me concederá que vierta mi sangre por él. Poco importa la muerte que me reserva, si me permite sufrir por el amor de Cristo”.

Según la leyenda, San Ernesto fue apresado por los sarracenos y llevado a la Meca, donde seguramente habría sido martirizado hacia el año 1148.