Nació en Poitiers, ciudad de la que después se cuenta que llegó a ser obispo. Allí predicó con celo misionero el Evangelio. Luego de haber trabajado con gran éxito durante varios años, Emerano se sintió movido a compasión por la desdichada condición en que vivían muchos miles de idólatras en Alemania y más allá del Danubio, y se marchó a predicar el Evangelio en las regiones de Baviera. No sabía la lengua alemana y utilizaba un intérprete para evangelizar a los bávaros.

El duque Teodo lo detuvo en Ratisbona, en la misma forma como trató de detener, algún tiempo después, a san Corbiniano, para que ejerciera su ministerio entre sus súbditos. Emerano permaneció allí tres años, durante los cuales movió hacia la verdad evangélica a muchos. Después, emprendió una peregrinación a Roma, pero cuando había llegado a Kleinhelfendorf, entre Munich y el Tirol, fue nuevamente detenido por unos hombres que se hicieron pasar por los representantes del duque Teodo y que le trataron con brutalidad. El santo pudo escapar y refugiarse en Feldkirchen, donde murió a poco de llegar, como consecuencia de las heridas que había recibido. Poco después, su cuerpo fue trasladado de regreso a Ratisbona.