Fecha de publicación: 25 de septiembre de 2021

Lo que sabemos del Santo Niño de la Guardia es que era un inocente chiquillo de tres a cuatro años, de nombre Cristóbal, hijo de Alonso de Pasamontes o Alonso Martín de Quintanar y de Juana la Guindera. Entre febrero y marzo de 1489, atrayéndolo con engaños, varios judíos lo raptaron y escondieron en la localidad de la Hoz de La Guardia.

Los raptores, como se acercaba la semana en que los cristianos conmemoraban la crucifixión de Jesús, a modo de sacrilegio, decidieron reproducir la forma de la Pasión de Jesús sobre el chico. Los verdugos lo condujeron a una de las cuevas que se abren en el accidentado terreno del término de La Guardia, en la noche del Viernes Santo de 1489, a la luz de una candela, y tapada la boca de la caverna con una manta o una capa, realizaron en el niño toda clase de torturas.

La sentencia inquisitorial condenatoria de uno de los cómplices describe que extendieron los brazos y piernas del niño en dos palos puestos a manera de cruz, le azotaron, escupieron y abofetearon, poniéndole una corona de hierbas espinosas en la cabeza, que también le colocaron las espaldas y plantas de los pies.

Finalmente, le vaciaron toda la sangre del cuerpo, y, abriéndole el pecho, le sacaron el corazón guardándolo en salmuera. Durante el crimen ritual, usaron una hostia consagrada, que, rescatada del equipaje de Yuce en el momento de su detención, se conserva aún en el Convento de Santo Tomás, en España, dentro de un envase a modo de relicario. Todos los participantes confesaron por separado la misma historia, con los mismos detalles y la misma narración de los hechos. Los relatos coincidían también con los registros que se tenían del estado del cuerpo del niño y la disposición de sus espantosas heridas.

Este crimen fue juzgado por el Santo Oficio de la Universidad de Salamanca. Ávila se convirtió en el epicentro de las crónicas de entonces. Las muchedumbres siguieron atentamente el desarrollo del caso y al saberse sus escalofriantes detalles, hubo varios intentos de revueltas antijudías que, afortunadamente para ellos, lograron ser detenidas por dictados reales.

El Papa Pío VII canonizó al niño asesinado como San Cristofor, autorizando su culto a la Iglesia de Toledo. Existe un altar en su honor y el pueblo de La Guardia guarda su memoria hasta nuestros días. Su tragedia y su alma se recuerdan como la del “Santo Niño de La Guardia”. Se le atribuyen muchísimos milagros, como la devolución de la vista a su madre ciega, las cuatro curaciones obradas con ciertas personas de Alcázar de Consuegra al comenzar el 1492; un tullido, una mujer con la boca torcida hacía más de dieciocho años, un sordo total y una pobre ciega, aparte de otros mil prodigios referentes a niños quebrados y enfermos de todas clases cuya curación detallan los rótulos que sobre cada caso penden del santuario de La Guardia. La obra “Crónica de la Provincia de Castilla de la Orden de la SS. Trinidad” recopila nada menos que casi 600 milagros.

La Orden Trinitaria propagó su culto e incluso llegó a vestirle con el hábito de la Orden, pues el niño Cristóbal habría vestido el hábito trinitario por devoción de sus padres, cosa bastante frecuente en su momento