En Bourges (Francia), ciudad de Aquitania, san Augusto reunión a muchos monjes y se dedicó a la plegaria continua. Vivió en torno al siglo VI d.c y enfermo de una atrofia que tenia impedidas sus manos y pies de forma que se aguantaba sobre las rodillas los codos y caminaba arrastrándose, fue milagrosamente curado por la intercesión de san Martín.

Este asceta proyectó la construcción de una catedral a san Martin y con el esfuerzo de las limosnas de los fieles fue posible reunir el dinero necesario. Sus reliquias, según cuenta la tradición lo curaron pero continuó siempre cerca de la Catedral. El obispo le confió dirigir como abad el convento de san Sinforiano.

Encontró también los restos del cuerpo de san Ursino y fue amigo y contemporáneo de san Germán de Paris.