Fecha de publicación: 30 de abril de 2021

Atanasio nació en Alejandría hacia el año 300. Fue educado en buena familia y se convirtió pronto en diácono y secretario del obispo de la ciudad Junto a su obispo participó en el Concilio de Nicea.

Al morir el obispo san Alejandro, apenas tres años después de la celebración del Concilio, san Atanasio fue elegido como sucesor apostólico. Allí se manifestó como gran defensor de la fe frente a la herejía arriana, que había surgido por la predicación del presbítero Arrio hacía unos años. Una herejía que reduce a Jesucristo a una criatura “intermedia” entre Dios y el hombre, negando que fuese la encarnación del Verbo, verdadero Dios y verdadero hombre. Dios se convertía por tanto en algo inaccesible para el hombre y contra eso se erigió la doctrina de doctores como Atanasio.

Esta herejía pasó a afirmarla el emperador Constantino, movido por motivos políticos, además de por su hijo Constancio II. La idea era politizar la fe para así ganarse a los súbditos del Imperio. Por este motivo, la crisis arriana duró varias décadas y fue fruto de muchas divisiones y crisis en el seno de la Iglesia de aquellos siglos. Atanasio tuvo de hecho que abandonar la metrópoli, asando 17 años de destierro por la fe.

Atanasio pasó a difundir la fe ratificada en el Concilio de Nicea por el resto de Occidente, desde la ciudad de Tréveris y luego en Roma, a través de multitud de escritos y predicaciones. Era de los que decía que “quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos”. Uno de sus escritos más famosos es el tratado Sobre la encarnación del Verbo. Siguiendo la vida de San Antonio eremita, también se convirtió en un asceta del monaquismo, que ayudaba a la fe de su predicación.

Al volver a su sede en Alejandría, San Atanasio se dedicó a pacificar la región tras los duros años de persecución, así como a la reorganización de las comunidades cristianas. Murió el 2 de mayo del año 373. Su biografía pronto se hizo popular, traduciéndose al latín y a varias lenguas orientales. Fue inspiración de buena parte del monaquismo cristiano de entonces, tanto en Oriente como en Occidente.