Fecha de publicación: 29 de noviembre de 2021

Este joven español recibió en España su primera educación. Cuando la familia y los profesores vieron que era muy inteligente, lo enviaron a estudiar a la prestigiosa universidad de Bolonia. Aquí cursó la carrera de Derecho e hizo el doctorado.

Pero en su interior aspiraba a otra ciencia más sublime. Rezó y meditó muchas hora ante el sagrario para ver si tenía o no vocación para la vida franciscana.

Tras un tiempo, ingresó esta Orden religiosa. Lo mandaron a que estudiase teología a París. Una vez que terminó sus estudios, le dieron el cargo de profesor en Todi, Perugia y en el monasterio de Mont–Averno.

Desde este retiro solía ejercer el ministerio de la predicación. Dios lo bendecía con muchas conversiones, especialmente en Florencia y Pisa. Fue también a predicar a Roma, en donde se hizo notable, tanto por su erudición como por su elocuencia.

El Papa Juan XXII lo hizo penitenciario y le nombró obispo de Corone y del Algarbe portugués.

Sus restos reposan en el convento de Santa Clara en Sevilla.

Se dejó llevar por la voz del Espíritu de Dios, y en lugar de ser un jurista afamado, pasó a ser un santo lleno de lo divino y de lo humano.