Fecha de publicación: 7 de septiembre de 2020

Es una verdad que esta novia es tan evidente que pensamos en ella pocas veces. Pero, Dios ha hecho la Creación de forma que de mil maneras se ponga de manifiesto cómo unos seres tenemos necesidad de otros. Cómo no hay nada que sea verdaderamente y absolutamente autónomo, independiente, que se realice por sí mismo y desde sí mismo. Las criaturas somos todos criaturas. Y uno de los signos de que lo somos es esa necesidad que tenemos unos de otros, porque no hay mito más mítico, más falso, que ese mito que dicen los ingleses o americanos, el “self-made man”, el hombre que se ha hecho a sí mismo. El hombre no se hace a sí mismo. Moriríamos si al nacer, no recibimos los cuidados de una familia o de alguien que haga las veces de una familia y que nos cuide, que nos cuide entregando muchas horas de su tiempo. La tierra necesita de la lluvia. Nosotros necesitamos de la comida, toda nuestra vida. La masa necesita de la levadura y es la imagen que el Señor pone aquí. Y nos habla de una levadura vieja, porque a veces tratamos de complementar nuestra masa con realidades que lo que hacen es corrompernos, que valen menos que nosotros. Esa es la levadura vieja. Ponemos nuestra esperanza en que vamos a ser felices en el dinero, en la salud, en toda una serie de cosas que sabemos que no son capaces de sostenernos, que no son capaces de darnos la vida que anhelamos. Y san Pablo habla aquí de una levadura nueva que vincula con la Resurrección de Jesucristo. Cristo, nuestra Pascua, es la levadura nueva. Ha sido inmolada nuestra víctima pascual, Cristo, así, pues, celebremos la Pascua no con levadura vieja, sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad.

Pero tenemos necesidad. Sin levadura, una masa no crece, no es más que un pedazo duro de harina mojada que se seca después. ¿Cuál es nuestra levadura? Nuestra levadura eres Tú, Señor. Nuestra levadura es la vida divina. Estamos llamados a ser complementados con muchas cosas. Os acabo de hacer referencia en el orden de la Creación a la comida. La comida pone de manifiesto la necesidad que tenemos siempre del campo, de la tierra, de los productos de la tierra.

Leía yo no hace mucho que no existe una sociedad post-agrícola. Que se nos ha hecho el mito de que primero hubo una sociedad de cazadores, después una sociedad agrícola, después una sociedad industrial primitiva, luego una segunda revolución industrial dio lugar a la sociedad industrial de gran capitalismo, y luego la revolución cibernética nos va a hacer a todos vivir virtualmente. No, no hay ninguna sociedad post-agrícola. Mientras el hombre tenga necesidad de comer, necesitaremos los productos de la tierra.

Pero eso no es nada más que un signo. Lo que más necesitamos es a Ti, Señor. Lo que más necesitamos es saber cuál es nuestro destino, quién es nuestro destino. Decía un maestro de un pueblo hace muchos años en un rinconcito de España una de las definiciones de cultura más finas que yo he oído jamás. ¿Qué es tener cultura?: saber de dónde venimos y adónde vamos. Sólo la certeza de que Tú eres quien colmas –“Nos hiciste, Señor, para Ti (lo repito muchas veces, pero es que es como una verdad básica que resume todo el cristianismo), y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Luego, Tú vienes a nosotros Señor. Nos das nuestra vida. Nos das Tu vida. Y nos das nuestra vida al darTe a Ti a nosotros.

Señor, que esa vida, que esa levadura, vaya produciendo su fruto en nosotros. Frutos que no son necesariamente frutos de lo que llamamos “vida cristiana”, como si fuera una parte de la vida. No. Frutos que lo que hacen es cambiar nuestra humanidad. Hacer nuestra humanidad más bonita, más grande, más verdadera. “Vivir y caminar
-y cojo también las palabras de la Lectura de hoy- en la sinceridad y en la verdad”. O, si queréis, con la oración de esta semana: “Danos la libertad verdadera y la herencia eterna”. Cuando Te acogemos a Ti somos libres, porque nadie puede destruir tus raíces celestes. Nuestras raíces celestes si estamos arraigados en Ti, como los sarmientos en la vid. Te necesitamos, Señor, no abandones a tu pueblo.

Ofrecemos esta Misa de hoy —han venido algunos profesores del nuevo colegio San Fernando—, pero son en toda España muchos los alumnos, los profesores, que además viven estos días con una especial ansiedad, con el comienzo de curso y por las circunstancias tan especiales y tan raras que rodean a este comienzo de curso.

Que el Señor dé fuerzas a unos, sabiduría a otros, salud a todos y confianza en el Señor, en la misión de educar tanto a padres, como a profesores, como a alumnos. Que sepamos amar a los niños lo suficiente como para que puedan crecer con la levadura con que tienen que crecer, con la levadura nueva de la vida del Señor.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

7 de septiembre de 2020
S.I Catedral de Granada

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