Lo dejó todo para seguir su vocación religiosa, que empezó primero con los hermanos agustinos. Ellos le encomendaron que fuese a probar a la congregación de los Hermanos Obreros de María, que acababa de nacer en aquella década de los 50. Al ser uno de los primeros, se le considera un co-fundador junto con el hermano Carlos Fernández Dorador.

Fue enviado a la Casa de los hermanos en San Miguel Alto, en donde permaneció 20 años “sirviendo a Dios y a los niños”, como él mismo decía. Recaló después en la casa de Santa Inés, para dedicarse a la supervisión y el seguimiento de los jóvenes que trabajaban y a los estudiantes y aprendices de los distintos talleres de Granada. Compartió con todos ellos sus enseñanzas de imprenta, gracias a las cuales muchos pudieron encontrar una salida laboral.

Se le recuerda como un hombre muy atento y detallista. Siempre tenía preparada una tarjeta de felicitación 15 días antes del cumpleaños de la gente que le rodeaba y le encantaba ofrecer estampas del santo de cada uno de los bienhechores, buscándolas por cielo y tierra para después entregárselas personalmente.

El limosnero alegre de los granadinos

En el año de las elecciones democráticas en España, el Superior lo envió a Málaga para que acompañase la labor del limosnero local. Allí aprendió de cerca la labor de limosnero que llevaría después a cabo durante casi tres décadas en Granada. “La verdad es que ha hecho su trabajo de entrega a Dios con mucho cariño y mucho tesón. Era muy sencillo y muy cercano, muy humilde, y tenía una sonrisa que era como muy natural suya, ¡siempre, hasta sus últimos días! Siempre decía ‘un santo triste es un triste santo’”, dice uno de los hermanos de la orden.

En este último tramo de su vida, a pesar de verse más desmejorado y achacado de algún problema cognitivo, seguía mostrándose bastante activo. Su muerte deja una conmoción profunda en el barrio de la Chana y el resto de Granada, en donde ya era un personaje conocido. Su fama le valió la concesión de la medalla de oro del Ayuntamiento de Granada en 2013, en un día que todos recuerdan por la gran ovación que se le brindó.

Gracias por su vida. Descanse en Paz, D. Antonio.

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada