Fecha de publicación: 18 de julio de 2019

Su ponencia en el Congreso trata sobre la visión del todo, ¿filosofía y psicología pueden complementarse?

Todo surge de que en búsqueda como cristiana yo veía que la filosofía y antropología que me daban en la facultad no respondía a mis preguntas y también cuando estudié teología en Roma vi que había cosas que no casaban muy bien. El Concilio Vaticano II fue el que me llevó a la cuestión de la fenomenología por el tema del hombre interior.

Detrás de la “Gaudium et Spes” hay una antropología del hombre interior y en esa búsqueda acabé descubriendo a Edith Stein y la fenomenología. Para entender a Stein primero hay que estudiar a Husserl, un autor alemán judío que fue su profesor el cual criticaba a la psicología de su época porque veía que las ciencias del espíritu no podían seguir el método científico experimental que se aplicaba en ese momento para estudiar la psique humana. Hubo un boom de la experimentación y parecía que las cosas mentales iban a dar las respuestas al porque nos sentimos de una manera o nos pasa lo que nos pasa.

La psicología es incapaz de ver al ser humano como un todo y por tanto lo fragmenta. Mi tesis es que la sociedad contemporánea, el hombre de hoy tiene una visión de sí mismo totalmente fragmentada. Lo contestamos todo con un test, que es algo totalmente opuesto a la respuesta integral que se busca.


¿Qué aporta la filosofía de Edith Stein a esta cuestión?

Desde la psicología pura de Edith Stein nos da una visión unitaria de la persona, como cuerpo, psique y espíritu.

Esta estructura del hombre es dinámica. Para ella el espíritu es un movimiento, en la antropología clásica el espíritu queda muy perdido, somos alma y cuerpo, y el espíritu queda ahí…aunque bien es cierto que para San Pablo la estructura del cuerpo es tripartita.

Pienso que aún nos falta mucho por desarrollar desde la antropología cristiana y esto casa muy bien con el problema actual de la cultura contemporánea para entender qué son los sacramentos.

En las escuelas nos enseña a razonar de una manera distinta, fragmentando al ser humano. Desde ahí el sacramento se entiende como si nos conectásemos a la electricidad y Dios me llenase de energía. Tenemos esta falta de compresión del espíritu que a su vez nos impide entender y vivir el sacramento.

El espíritu humano para Edith Stein es un dinamismo que motiva. Ella va desglosando los tipos de motivaciones que hay. El acto motivado libre es cuando hay un propósito. Investigando esto podemos entender mejor el dinamismo de la gracia en nosotros. A través de Edith Stein podemos encontrar una vía muy buena para entender como actúa el Espíritu Santo, que es vivificador. Las imágenes en las Sagradas Escrituras son de fuego de viento, algo que no puedes contener.


Desde esta base, ¿cómo se definiría el sacramento?

El sacramento es un medio, es un signo sensible de la gracia eficaz, esta es la definición clásica. Es como el medio que Dios nos deja para tener una experiencia sensible, tenemos cuerpo, necesitamos ver, es un medio para vivir en la vida de Dios, que esa es la gracia, la participación en la misma vida divina. El reto es que la Iglesia aún no ha hecho la antropología para responder a los problemas del hombre contemporáneo.

Creo que el pensamiento cristiano aún no ha entrado de lleno en la psicología contemporánea, incluso a veces la rechaza. También no todo lo que dice la psicología contemporánea está equivocado. Y además las personas buscan en la psicología la respuesta a sus vidas. Entonces en esta área se entiende que el camino de la Iglesia es distinto que el del hombre “real” que va a una terapia con sus problemas, esto me lo han dicho compañeros psicólogos. Como si estuviera la Iglesia con su discurso antropológico de hombre ideal y después está el hombre vulnerable, enfermo, con muchos problemas.


¿Cómo cambiaría entonces esta búsqueda de respuestas del hombre introduciendo a Dios en este campo?

El desafío en estas cosas es hacerlas concretas. El Papa Francisco es concreto, la fe es concreta, y el ser humano es este que vemos en el mundo. Edith da muchos elementos. Cuando yo hago un análisis de lo que te pasa, los seres humanos vivimos una misma cosa de formas muy diferentes.

Hoy en día yo veo un hombre muy solitario. Esta es nuestra mayor dolencia, la soledad. Estamos vacíos de nosotros mismos. Como dice San Agustín, esto de que Dios es más íntimo de mí que yo mismo es una verdad muy importante, esta interioridad. El hombre está solo porque está volcado hacia fuera. Por ejemplo la importancia que se le da a los “likes” que tenemos en redes sociales. Hubo un caso de una chica que se suicidó por recibir críticas en sus redes sociales. Entonces mi pregunta es: ¿qué está pasando con esta niña?, porque la culpa no es de los padres.
¿Qué hay en esta sociedad para que una chica conozca tan poco, se valore tan poco hasta llegar a suicidarse?

También Edith Stein tiene toda una antropología basada en la empatía, o sea, basada en la idea de que el hombre no puede entenderse a sí mismo sin el otro.


¿Qué valoración hace del Congreso Internacional “Más allá de la Fe Secular”?

Una de sus grandes riquezas es la convivencia entre las personas, eso le da mucho valor, porque en un clima de amistad, de confianza…la mayoría de los congresos son muy intelectuales y ambientes de mucha soberbia, sobre todo el de la filosofía, de falta de diálogo. Aquí se da mucho eso, es un lugar en el que puedes atreverte a decir lo que piensas. Se trata de poner en común, escuchar críticas, y también hay espacios para hablar.

Hay mucha altura en los ponentes y participantes. Se aprende mucho y se da cabida también al mismo tiempo a investigadores más jóvenes que aún no tenemos una trayectoria como por ejemplo John Milbank o Borghessi que son referentes.

La juventud es muy relativa en el mundo intelectual. Aquí se deja que las nuevas generaciones tengan voz.


En su propia experiencia, ¿cuál cree que son los principales de desafíos de ser cristiana en el mundo universitario y de la investigación?

Los desafíos de un profesor universitario e investigador cristiano en nuestra época, considero que se centran en la capacidad de diálogo y de amistad sincera. Especialmente en mi lugar de trabajo, en Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en México, donde está casi prohibido hablar de Dios y casi penado profesar un credo, por un laicismo mal entendido, me parece que mi ser cristiana ahí implica volver al fundamento, que es vivir una vida humana con alegría y con paz.

Este binomio parecería sencillo pero no lo es, pues es la Paz que da la honestidad y no ceder ante la corrupción que ha penetrado en los sistemas educativos y la alegría de ser generoso en la labor docente y de investigación, pues también la racionalidad económica del beneficio propio ha permeado esta labor. Como filósofa especialmente considero que el reto está en buscar la verdad con una inteligencia que busca servir a los que nos rodean y a la humanidad . En mi gremio hay excesiva arrogancia y falta de concreción. El filósofo puede hacer mucho bien o mucho mal. Al estar todos los días frente a los jóvenes llenos de necesidades, sobre todo de escucha y de guía , se vuelve un compromiso muy grande ser honesto ante ellos. Esta honestidad se concreta principalmente en que aquello que enseñes en el aula como teoría, se vea reflejado en tu vida.

No es fácil ser cristiano más que de palabras en las obras, a veces hay mucha soledad humana, y por eso creo que también la Iglesia necesita recobrar su dimensión comunitaria. No para hacer un club de los “buenos” contra los “malos”, sino para ofrecer un lugar donde recobrar las fuerzas del espíritu y no perder la esperanza ante las dificultades y las fuerzas del mal. ¡Qué si que existen!

María José Aguilar
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada