Fecha de publicación: 21 de noviembre de 2019

Evidentemente cada hombre habita en un momento histórico, cada hombre nace y vive en una época determinada. Hoy, que estamos viviendo en un cambio de época, como ha subrayado el Papa Francisco en varias ocasiones, resulta importante entender cuáles son estos cambios de fondo que nos determinan en nuestro día a día y hacen único el mundo presente.

Así lo consideraron los responsables de la organización de las Jornadas de delegados de Pastoral Universitaria, que invitaron a los filósofos Feliciana Merino y Marcelo López Cambronero a dar una conferencia en la que compartieron el fruto de sus últimas investigaciones acerca de la influencia de la revolución de mayo del 68 y los cambios de la presente “edad virtual”.

Estas jornadas, en las que se reflexionó sobre la universidad como un lugar de encuentro y diálogo en una sociedad plural, los dos profesores del Instituto Edith Stein centraron su intervención en el problema del deseo en los jóvenes.

“El cambio de época va un poco enlazado con la Revolución del deseo, de cómo hemos cambiado nosotros, cómo ha cambiado nuestro deseo para mirar todas las cosas de la forma en que lo hacemos, huyendo en el fondo de todas ellas, porque al final no queremos quedarnos en ninguna”, comenta la profesora Merino. “Es verdad que los jóvenes se comprometen en muchas cosas, pero por poco tiempo, o hacen muchas cosas y les dura poco, de una forma quizás más emocional, pero siempre muy medidos por este fenómeno que es la posmodernidad”.

INFLUENCIA DE MAYO DEL 68

Ambos profesores estudiaron a fondo esta época histórica y entrevistaron a varios de los protagonistas de esta revolución propiciada por esa generación de hijos de los padres del Estado de Bienestar, que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial y a toda la primera mitad de un siglo XX sin duda convulso.

Merino y Cambronero retrataron a esta generación como una generación carente de sentido y, aun siendo jóvenes, encontrándose de vuelta de todo. “Hablamos por primera vez de una generación de jóvenes que, cuando les hablas del sentido de la vida, encuentras un escepticismo. Sencillamente creen que eso no existe”, afirma Marcelo López Cambronero. “Si eso no existe normalmente nosotros somos una especie de nudos de pasiones, que se mueven por el mundo sin ningún objetivo, sin ninguna finalidad, no más que para satisfacer esas pasiones que se adormecen y después vuelven a surgir. Así, nada importa”.

La pregunta es qué es lo que heredamos en nuestro tiempo de esa generación que arrojaba adoquines a las instituciones que con tanto sacrificio habían construido sus padres.

LA LUCHA POR EL SENTIDO DE LA VIDA

En estas entrevistas a los jóvenes protagonistas de la revolución del 68, Cambronero y Merino percibieron diferencias entre quienes recordaba su lucha marcados por una melancolía y quienes hablaban de ello sin hablar de sí mismos, sino de las relaciones, de su estar-con otros.

En su trabajo establecieron la diferencia entre quienes habían crecido por un ideal y no hacían sino recordar hazañas, y quienes conservaban sobre todo el recuerdo de la compañía que había surgido en aquellos años de cambio. “Crecía en nosotros la impaciencia cuando no iban al grano y no nos hablaban de lo que habían hecho, de sus hazañas”, comenta Feliciana Merino, “sino que nos hablaban de una compañía que les había forjado, de sus padres, de sus amigos, de sus grandes maestros, de los sacerdotes que habían conocido…”.

“Lo significativo del mundo posmoderno es que nos hemos esforzado muchísimo por construir una cultura, por construir una universidad, por construir una manera de relacionarnos”, apuntó el profesor Cambronero. La vorágine de la velocidad del mundo en que vivimos “tiene como objetivo impedirnos mirar nuestro corazón”, concluye.

LA PATERNIDAD MARTIRIAL

En esta intervención en las Jornadas de delegados de Pastoral Universitaria, los profesores terminaron definiendo el momento actual como una civilización que está en construcción de una Torre de Babel, cuyo fin no es otro que ocultar el sentido de la vida y los deseos del corazón.

“Cuando una generación ve que no tiene sentido, lo que busca es ocultarlo, ¿y cómo se oculta? Con el consumo desmedido, no solo de cosas, sino también de viajes, con una tecnología que nos ofrece un horizonte tan grande de pequeñas satisfacciones”, concluyeron ambos.

En todo este contexto, el sentido de la paternidad, el “dar la vida” por otros, supone algo crucial para vivir en el mundo actual. “Estamos llamados a la paternidad, más que nunca, y a una paternidad que hoy tiene mucho de martirial”, dijo Merino. “No me refiero a la negación de uno mismo sino a un afecto que está tan seguro, tan aferrado a Cristo que no teme expresarse, que no teme arriesgarse”.

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada