Nada más entrar por la puerta, los asistentes pudieron ver la enigmática figura de cartón que presidía en el altar y que no tardaron en explicar. Simbolizaba el virus letal del que habla el Papa Francisco, “el virus del egoísmo indiferente”. En sus bordes se vislumbraban los “síntomas” que despertaba este virus en la nuestra realidad laboral: ERTE, trabajo indecente, desigualdad, precariedad, exclusión, hambre, tristeza… Una simbología que desde el principio quería invitar a todos a la oración. 

“VER, JUZGAR, ATCUAR”

La vigilia siguió la secuencia clásica a la que no deja de invitarnos el Santo Padre, la de “ver, juzgar y actuar”. Comenzó así el acto constatando cómo la pandemia del coronavirus no ha hecho más que exponer “sin piedad los profundos fallos de nuestros mercados laborales”. Unos fallos cuyo origen está en esa mirada aislada sobre la realidad, afectada del virus de la indiferencia, y que tiene su parte de responsablidad en el incrementando los niveles de pobreza y desigualdad social desencadenados desde la llegada de la pandemia.

No tardaron en llegar los testimonios de varias personas afectadas por condiciones de trabajo precarias: una camarera de hospital, una teleoperadora o una empleada del hogar. El último de ellos, un hombre de origen senegalés residente en Granada que, tras lograr formarse en dos Ciclos de Formación Profesional, apenas logra trabajar gratuitamente en contratos de prácticas en empresa, cuando no en condiciones indignas. “Me fui a Madrid, pero es lo mismo. Estuve durmiendo en los almacenes de la frutería donde trabajaba, de ocho de la mañana a nueve de la tarde. No tenía donde dormir”, explicaba el joven senegalés, cuyo sueldo en este caso no le daba casi ni para alquilar un sitio donde vivir. Aseguró haber trabajado también en varias grandes empresas, que nunca formalizaron un contrato con él.

Después de este “ver” la realidad de la desigualdad que crea el sistema presente, los participantes fueron invitados a “juzgar”. Las lecturas de algunos pasajes del Evangelio y un extracto del artículo del Papa, “Un plan para resucitar”, fueron presentadas como dos formas sencillas de ese “juzgar” lo que la Iglesia afirma sobre la dignidad del hombre y de su trabajo.

INICIATIVAS QUE ACTÚAN EN SOLIDARIDAD

La vigilia concluyó con la exposición de distintas iniciativas que dan motivos para la esperanza ante el problema de la pauperización laboral. Allí se presentaron los responsables de iniciativas conocidas como Brotes del Genil, o se explicó el servicio que prestan plataformas como la Asociación Andaluza de Barrios Ignorados o el movimiento Spot Desahucios, ambas implicadas en los barrios de la zona norte de Granada.

“Tenemos que hacer propuestas concretas de otros sistemas de vida”, terminó diciendo el Delegado de la Pastoral de Migraciones, D. Manuel Velázquez. “Tenemos que cambiar radicalmente porque el mundo está en peligro, sobre todo nosotros que tenemos la responsabilidad del cuidado de la Tierra. Todo lo que tocamos lo convertimos en negocio, hasta la dignidad de los seres humanos”.

Por entonces el virus de la indiferencia ya se pobló de cartulinas simbolizando esos “antídotos” a esta enfermedad, como son el trabajo, la esperanza, los derechos, la alegría, la dignidad o la comunión. Las preces y los cantos dieron cierre a esta Vigilia de oración por el Trabajo Decente, mostrándose como un verdadero germen de esperanza ante las dura realidad del mercado laboral. 

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada