Fecha de publicación: 2 de febrero de 2014

Queridísima Iglesia del Señor, Esposa de Jesucristo, muy querido hermano D. Juan Antonio, hermano y amigo -a quien agradezco especialmente, porque (…) no se lo había avisado ni con tres meses, ni con el tiempo que ni siquiera la más mínima educación reclama para poderle pedir a un obispo que venga y que aparte un día de su agenda entero para venir, y ha venido-, queridos amigos:

La primera lectura nos habla de la sabiduría, y probablemente todos somos conscientes -leyendo lo que se llama el Libro Sapienciales del Antiguo Testamento- que la palabra es una de esas palabras que podríamos decir que son como acordeones, que podemos usar para unmontón de cosas, y que tienen muchos niveles de inteligencia. Pero a mí me parece que nos ilumina ya justamente el que pueda haber todos esos niveles porque pone de manifiesto algo que quisiera yo subrayar al final.

Y es que, efectivamente, la sabiduría puede ser sabiduría musical, como la que han demostrado estos muchachos que intervienen en público por primera vez hoy y que benditos seáis -no sé las horas que habéis empleado ensayando pero la verdad es que el resultado me da mucha alegría. La destreza en un arte como la música puede llamarse sabiduría. La destreza en cualquier rama del conocimiento podría llamarse sabiduría. Sin embargo, también se puede llamar sabio a una persona que sabe conducirse bien en su vida, que sabe orientar sus pasos. Para eso hay que saber para qué es la vida y cuáles son las metas de la vida, y eso permite justamente el orientar, permite aplicar la palabra bueno o malo con algún significado que no sea meramente arbitrario y voluntarista. Es bueno aquello que me conduce a lo que son los fines de la vida, y es malo aquello que me aparta de aquellos fines o que no me conduce, y es mejor aquello que me conduce más directamente hacia mi fin último, hacia aquello para lo que el don de la vida humana me ha sido dado: eso es un hombre sabio.

En el mundo actual, ya comprendéis, es un corolario inmediato, que mientras que las universidades nos ofrecen toda clase de destrezas en distintas ramas del saber -normalmente lo que se llama, yo creo que por rutina, nada más que por rutina, sistema educativo-, nos deja completamente ciegos con respecto a este segundo sentido o sentido diferente de la sabiduría, que es saber para qué es la vida humana y, por lo tanto, qué es importante, qué es bueno en la vida y qué es malo en la vida. Entre esas cosas que se deducirían del conocimiento de para qué es la vida humana y qué harían a un hombre sabio, también sería saber qué es más importante y qué es menos importante, es decir, qué jerarquía tienen las cosas de la vida, qué cosas tienen más valor y que cosas tienen menos valor, qué cosas merecen más sacrificio y qué cosas no merecen ningún sacrificio.

Repito que esa es una sabiduría censurada en nuestro mundo. Pero todas estas formas de hablar de la sabiduría y otras entremedias que se podrían señalar dejan todavía un espacio infinito, abierto a otro sentido de la sabiduría, porque todas las formas de la sabiduría humana no son más que participación, ¿en qué?: en la sabiduría de Dios.

La sabiduría de Dios no sólo significa que Dios sabe todas las cosas, significa que Dios es la sabiduría misma, y de hecho, el vocabulario de la sabiduría se aplica en el prólogo de San Juan al Verbo de Dios encarnado: el Verbo de Dios es la Sabiduría de Dios, es la impronta de su esencia, la impronta de su ser y, por tanto, la sabiduría misma es Jesucristo, y la clave de todas las sabidurías. (…) cuando Jesús dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”,  evidentemente me está diciendo: ‘Yo soy Aquél a quien si queréis ser sabios -es decir, yo soy la meta de vuestra vida en definitiva, y por tanto si queréis ser sabios en la vida-, tenéis que acercaros a mí, si queréis adquirir esas cosas que son indispensables para que la vida se cumpla, para que la vida sea feliz, para que la vida esté llena, tenéis que acercaros a mí, porque yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. (…)

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

Monasterio de la Cartuja
30 de enero de 2014

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