Fecha de publicación: 28 de mayo de 2020

Lleva más de veinte años residiendo en Granada, ¿por qué decidió emigrar de su país natal?
Yo provengo de una familia cristiana, mis padres fueron de la primera generación de conversos al cristianismo en Senegal. En mi pueblo toda la población es cristiana, es un país con mayoría musulmana. Fue en 1998 cuando decidí emigrar, yo no estaba mal en mi país, pero tenía el deseo de todo ser humano de mejorar, no tuve un destino fijo al llegar a Europa, quería trabajar y ayudar a mi familia. Mi llegada a Granada fue pura providencia, no conocía a nadie, pero mientras tramitaba todos mis documentos empecé aquí a ir a mi parroquia, a hacer amigos, a tener un ambiente agradable y por eso decidí vivir aquí.

Emigrar es toda una experiencia a nivel humano ¿qué se siente al llegar a un nuevo país?
El ser humano ha migrado desde siempre. Creo que, en la emigración reciente, la forma de ser determina bastante esta experiencia y como es en el lugar de acogida. Los sueños que tu tienes cuando estás en tu tierra, como si Europa fuera “El dorado”, una vez que llegas se te desmontan por completo y necesitas reaccionar rápido para adaptarte. Depende mucho de como la sociedad te integra y como tú te integras en ella. Al llegar debes cambiar de enfoque y las previsiones que tenías para adaptarlas a la nueva realidad. En Granada yo tuve una muy buena acogida, pude ver mucha providencia de Dios en mi vida.

¿Es preferible el derecho a emigrar o a no tener que hacerlo?
Las migraciones están ahí y seguirán estando ahí, queramos o no, porque el ser humano lo ha hecho siempre. Debemos trabajar en que el entorno natural de una persona es cerca de su gente, cerca de su familia, tenemos que trabajar para que la gente no tenga la obligación de migrar, que no tenga que refugiarse por instinto de supervivencia. El emigrar es un derecho, pero el no tener que emigrar tiene que prevalecer siempre. Para eso hay que poner en marcha nuevos mecanismos tanto en los países de origen como en los receptores.
También se debe evitar la mercantilización del inmigrante. Ahora, en España, se les permite trabajar en sectores productivos como la recogida de fresa, porque interesa. Hay que humanizar la inmigración. En lo social los inmigrantes también aportan muchísimo culturalmente.

La pandemia está siendo una situación a menudo agravante de la difícil situación que viven en la actualidad personas inmigrantes, desde su trabajo, ¿qué valoración hace de la situación actual de estas personas durante la pandemia en nuestro país?
Como voluntario de la Pastoral de Migraciones veo una situación muy dura. El perfil de la pobreza que hemos conocido hasta ahora va a cambiar drásticamente. El pobre ya no es el inmigrante, pobres vamos a tener muchos más. Tengo la sensación de que el cambio de perfil va a ser las personas de clase media con negocio propio que en adelante no va a volver trabajar de nuevo abriendo su negocio, tengo ese temor, ojalá nos equivoquemos, pero si nos descuidamos puede ser lamentable. Esto también pasó en la última crisis, la de 2008, en los talleres de Cáritas yo he tenido alumnos que tenían una buena posición económica y se vieron arruinados y necesitados de apoyo social.

También hay gente que se está quedando sin casas, incluso falleciendo en la calle. Esto es una desgracia, a los más débiles es a los primeros que debemos cuidar, la gente que vive en la calle, sea inmigrante o no. Hay organizaciones de senegaleses que han organizado reparto de alimentos para las personas más pobres, con necesidades básicas sin cubrir. Hay mucha gente de buena voluntad.

¿Cómo vive África esta situación?
África es el continente menos afectado, es el continente que más está resistiendo, ojalá que siga así. Eso se debe a una población muy joven, en África el 96% de la población tiene menos de 60 años, y también estamos acostumbrados al sufrimiento de otras pandemias que hemos superado, aunque ahora habrá más pobreza y hambre. En África, el problema más que la pandemia en sí es la “pandemia del hambre” que denuncia el Papa Francisco. Hay 3.700 millones de muertos por hambre en solo cuatro meses en el mundo. Esa pandemia también hay que visibilizarla, lleva mucho tiempo con nosotros sin que hagamos nada.

¿Cree que se puede mejorar la acogida de los inmigrantes en España?
El inmigrante no va donde quiere sino donde tiene la esperanza de encontrar una vida digna. Creo que especialmente donde más se flaquea es en la acogida de los menores y en la de inmigrantes sin papeles. Cuando no se tienen papeles la persona no cuenta ni como persona. No puede ser que solo puedan tener movilidad legal los ciudadanos del primero mundo, Europa, Estados Unidos. A los países empobrecidos se les quiere encerrar en su pobreza y que no se salga de ahí.

Hay que invertir más en centros de formación e integración para que se pueda llevar a cabo mejor el proceso y sacar más partido a todo lo que aportan los inmigrantes, que desde luego va más allá de su clara contribución a la economía española. Debemos cuidar del conjunto de la persona, no solo el lado productivo.

María José Aguilar
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada