Fecha de publicación: 3 de mayo de 2021

Lo primero que he visto esta mañana cuando salía de casa era una mamá que iba agarrada de una niñita camino de la escuela y la niñita iba vestida con su traje de flamenca y con una gran flor en su pequeñito moño. Eso me ha hecho caer en la cuenta que hoy era el día de las cruces cuando yo había rezado los Laudes de San Felipe y Santiago, por el hecho de que no estamos celebrando públicamente. Aunque algunas maneras de celebrar públicamente el día de la cruz de hace años, yo las recuerdo con horror del ambiente tan feo que había en las calles.

Sin embargo, celebrar la Cruz es siempre una ocasión bonita. Justo de recordar que el amor de Dios por el mundo es tan grande que Su Hijo no se echó atrás ante ese suplicio tan espantoso que es la cruz. Hay gente que se escandaliza de que la película de “La Pasión” de Mel Gibson tenga tanta sangre, pero es verdad que la cruz es el suplicio más espantoso o uno de los más espantosos que los hombres han ideado jamás, por la forma en que tiene lugar la muerte.

El amor de Dios no se ha echado atrás ante nuestros pecados y ante nuestra pobreza, ni ante la miseria y el mal y los odios, y las divisiones introducidas por el Enemigo de la naturaleza humana en el mundo, para ir hasta la cruz y mostrarnos que Su amor es hasta el extremo, que no tiene límite y nosotros Le damos gracias al Señor por ello.

Me venía también a la cabeza una anécdota del actor de cine que los que somos ya de una generación conocemos todos, quizás alguno de los más jóvenes lo conoce también, Gary Cooper. Pues, Gary Cooper tuvo en su juventud una vida bastante disoluta, a pesar de que trataba de ser un hombre bueno siempre y relativamente honesto. Honesto en su vida profesional. Luego era un desastre en su vida afectiva y la ayuda, fundamentalmente de su mujer y de su hija, que eran dos personas de fe y profundamente creyentes, y de alguna otra actriz de Hollywood que también era profundamente creyente, y que le ayudaron en un momento difícil de su vida, donde él estaba a punto de romper su matrimonio y su familia, hicieron de él, en la parte más madura de su vida, un hombre más parecido a lo que representa siempre en sus películas, y un hombre que terminó acogiendo la fe y haciéndose católico.

La anécdota que me venía es que él y Hemingway, que era un hombre que tenía miedo al Misterio (en una novelita pequeña que se llama “El río”, una novela situada en el sur, donde cuenta, no tanto la historia del río, sino de los personajes que viven alrededor del río, pero hay un momento en que el río se adentra en un bosque y él se para y dice “no seguimos adelante porque ahí está el Misterio”…; Hemingway tenía miedo al Misterio. Sólo manejaba bien las cosas que él pensaba que podía controlar en las relaciones humanas, pero le daba miedo el Misterio). Sin embargo, Gary Cooper y Hemingway tenían un secreto común y es que, en los últimos años de su vida, los dos llevaban una crucecita en el bolsillo. Y una vez que Gary Cooper estaba enfermo, pocas semanas antes de su muerte, llamó a su amigo para decirle “¿sigues llevando la cruz en el bolsillo?”. Y Hemingway, que estaba con una enfermedad mental y había perdido la cabeza, dijo “sí, sí, no me la quito nunca”. Y Gary Cooper murió agarrado a esa cruz. Es un gesto muy pequeño, puede parecer un gesto insignificante, pero es como el Buen Ladrón: “Señor, acuérdate de mí cuando estés en Tu Reino”, y ese gesto tiene un valor.

La cruz es un instrumento de tortura, pero es un instrumento de salvación. ¿Por qué? Porque en la cruz se nos ha dado a los hombres todo el amor del mundo y la frase se queda muy corta, porque todo el amor del mundo sigue siendo una realidad, una magnitud calculable, muy grande, muy grande, como la distancia entre las galaxias, pero, en definitiva, una magnitud determinada; mientras que el amor de Dios es infinito, no puede determinarse su magnitud, sencillamente.

Lo grande es que ese amor se nos da cuando celebramos la Eucaristía y se nos da para que nosotros podamos vivir en la gratitud inmensa de haber conocido al que es la vida eterna, en medio de las dificultades de este mundo que consiste, como dice el Señor: “Esta es la vida eterna, que te conozcan a Ti, único Dios verdadero y a tu Enviado Jesucristo”. No sólo Te conocemos, sino que Te recibimos, Te comemos, Te haces uno con nosotros, Te das a nosotros de una forma que nosotros jamás podríamos habernos imaginado, para acompañarnos en cada segundo y en cada millonésima de segundo, de nuestra vida. Nunca estamos solos. Y esa compañía del Señor es el pregusto, en medio de este mundo de males y de fatigas, sudores y dificultades, el pregusto del Cielo, de la vida eterna.

Señor, que esa Compañía tuya, que no nos faltará jamás, podamos ser conscientes de ella y disfrutarla como Tú quieres que nosotros la disfrutemos.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

3 de mayo de 2021
Iglesia parroquial Sagrario-Catedral

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