Fecha de publicación: 7 de febrero de 2022

“Los motrileños recuerdan a D. Manuel Vázquez como un sacerdote mayor, de gran nobleza y con un don especial para la Confesión, sacramento para el que era muy solicitado por los fieles de La Encarnación”, asegura D. Albaladejo, actual párroco del templo que vive con “mucho ánimo” su entrega al pueblo de Dios en esta localidad teniendo encomendado el templo en el que el mártir y próximamente, beato, fue beneficiario.

D. Manuel Vázquez nació y murió en Motril, recibiendo el sacramento del Bautismo en la parroquia de La Encarnación, la misma Iglesia que le vio servir a Dios como sacerdote y también dar la vida. El pueblo guarda su memoria en la dedicación que le hizo de una de sus calles más extensas, en recuerdo también a las acciones benéficas y sociales que realizaba en ayuda a los desfavorecidos en aquellos duros años.

“Los fieles recuerdan con mucho cariño al Siervo de Dios, con el deseo de participar en la beatificación, también en la parroquia colocaremos un altar con su imagen en su memoria y también para pedir su intercesión”, afirma el párroco de La Encarnación.

CARIDAD CON TODOS

El mártir nacido en 1863 y ordenador sacerdote el 17 de diciembre de 1892 por el entonces Arzobispo Mons. José Moreno Mazón, pasó haciendo el bien no solo por la Encarnación, también fue coadjutor en Salobreña y ecónomo de la parroquia de Lobres.

Después de ser misionero durante 15 años en la Parroquia de la Inmaculada Concepción en Buenos Aires (Argentina) volvió a Motril en 1922 como Beneficiado de la Iglesia Mayor.

Vuelve a Motril en 1922 y vuelve a ser nombrado como Beneficiado de la Iglesia Mayor. Uno de los rasgos más destacado de su persona fue su intensa actividad caritativa dedicada al salvamento de naúfragos, y posteriormente en Cruz Roja Española donde llegó a ser Presidente del Distrito de Motril y recibió la Medalla de Oro en 1897 por su trabajo con los repatriados españoles de las guerras de Cuba y Filipinas.

OFRENDA DE VIDA Y SANGRE

D. Manuel Vázquez, murió el 25 de julio de 1936, día de la festividad del apóstol Santiago, una jornada en la que se tiñeron de sangre las calles de Motril. El Siervo de Dios se hallaba escondido en una habitación en la casa del sacristán de la Iglesia Mayor. Al ser día de precepto acudió a realizar las tareas propias de su ministerio. Un grupo de exaltados malagueños irrumpió en el templo con el robo y profanación de vasos sagrados y la destrucción de imágenes que el Siervo de Dios presenció desde su escondite.

Finalmente decidió refugiarse en su domicilio que estaba cerca del templo ante la violencia de los asaltantes. Aunque a su salida no había nadie en la calle fue descubierto al cruzar la “Plaza de los mártires” para poco después convertirse en uno de ellos. A pocos metros de su casa fue detenido por dos milicianos que le dispararon en repetidas ocasiones. Aunque su martirio se produjo en la calle Cañas, su cuerpo fue encontrado en la calle Jazmín, objeto de burlas, y colocado en la fosa común del cementerio de Motril.

María José Aguilar
Secretariado de Medios de Comunicación Social