Fecha de publicación: 7 de mayo de 2021

Rosa Venerini nació en Viterbo en el día 9 de febrero de 1656. Hija de padre médico y dentro de una familia de cuatro hijos. Era inteligente y de fina sensibilidad. La educación recibida en la familia le permitió desarrollar sus talentos dentro de principios cristianos sólidos. Algunos dicen que con 7 años quiso consagrar a Dios su vida. Durante la primera fase de su juventud, vivió el conflicto entre las seducciones del mundo y la promesa hecha a Dios. Superó tal conflicto con oraciones y muchos sacrificios.

A los 20 años, Rosa se interrogaba sobre su porvenir. Más allá de casarse o entrar al convento, Rosa intuía que Dios la llamaba para otra cosa, un proyecto para el bien de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo. Impulsada interiormente por intuiciones anduvo mucho tiempo antes de dar con ello. En un futuro llegará a decir: “me siento tan apegada a la Voluntad de Dios que no me importa ni la muerte ni la vida: quiero lo que Él quiere, quiero servir”.

En otoño del 1676, de acuerdo con su padre, Rosa entró en el Monasterio Dominicano de Santa Catarina en Viterbo con la perspectiva de realizar su voto. Cerca de la tía Ana Cecilia aprendió a escuchar Dios en el silencio y en la meditación. Se quedó en el Monasterio pocos meses porque la muerte prematura del padre, para poder asistir a su madre.

En los años siguientes Rosa vivió acontecimientos trágicos en su familia: el hermano Domingo falleció con apenas 27 años de edad, enseguida, muere también la madre que no aguantó el dolor.
Permanecía en casa solamente Horacio y Rosa que la este altura, tenía 24 años. Impulsada por el deseo de hacer una cosa grande para Dios, en mayo de 1684 la Santa comenzó reunir en su casa las niñas y las mujeres de las inmediaciones para catequizarlas. Se dio cuenta de la situación de la mujer de bajo estatus, esclava de la pobreza cultural, moral y espiritual. Entendió, entonces, que el Señor llamaba a una la fundación de una Escuela.

La escuela pronto fue tomando forma. Se inició la “Escuela Pública Femenina de Italia”, la primera en toda la historia de la región italiana, el 30 de agosto de 1685. El objetivo de la fundadora era ofrecer a las niñas de condición humilde una formación cristiana completa y de disponerlas para la vida civil.

Las tres primeras maestras tuvieron que enfrentarse a muchas resistencias por parte del clero. Rosa, mujer de la alta burguesía viterbense, escandalizaba hasta a los intelecutales de la época. Con la seguridad de estar respaldada por Dios, Rosa prosiguió su camino a pesar de todas estas dificultades. Finalmente, la iniciativa fue justamente reconocida como un bien común y su fama se extendió por otras diócesis. De este modo, se abrieron escuelas en localidades como Montefiascone y otras de la región del Lazio. Tras un primer fracaso y años de lucha, Rosa abrió finalmente una escuela en Roma.

En 1716 recibió a visita del Papa Clemente XI que, acompañado por ocho Cardenales: “¡Señora Rosa, la Señora hace lo que nosotros no podemos hacer! Nosotros le agradecemos mucho porque, con estas Escuelas, ¡santificarán Roma!”, dijo el Papa.Desde aquel momento, Gobernadores y Cardenales pidieron las Escuelas para sus Territorios.

El empeño de la Fundadora se volvió intenso, hecho de peregrinaciones y de cansancio para la formación de nuevas Comunidades. Fue, también, motivo de mucha alegría y de sacrificios. Murió santamente en la casa de San Marcos en Roma, en la noche de 7 de mayo de 1728, después de haber abierto más de 40 escuelas.