Fecha de publicación: 26 de julio de 2021

Durante la persecución religiosa motivada durante el periodo más crudo de la Revolución Francesa, cincuenta y dos monjas de Vaucluse y la región de Aviñón fueron arrestadas y acusadas de “querer destruir la República mediante el fanatismo y la superstición”.

Durante los disturbios de la Revolución, veintinueve de ellas fueron expulsadas de sus conventos, pues se habían refugiado en una casa en Bollène. Fueron encarceladas el 2 de mayo en Orange, en la prisión de La Cure, cerca de la catedral, donde ya estaban detenidas otras 13 monjas. Fueron condenadas a muerte por el Tribunal del Pueblo y trasladadas al Teatro Antiguo a la espera de ser conducidas a la guillotina ,erigida en el Cours Saint-Martin de la ciudad.

Los archivos políticos nos muestran con exactitud la secuencia de su muerte:

“- 5 am: levantarse y meditar, oraciones de la Misa
– 7 am: almuerzo
– 8 am: rezo de las Letanías de los santos y otras oraciones
– 9 am: varios son convocados a la corte y se despiden felices. Las que quedan rezan por las demás
– 6:00 pm: el tambor anuncia que los condenados suben al patíbulo. Los presos que quedan dicen sin cesar las oraciones de los moribundos, cantando el “Te Deum”. Ninguno tuvo miedo, ninguno firmó el juramento que le habría librado de la muerte. Incluso cantan un himno cuyo estribillo está lleno de humor: ‘Lejos de que la guillotina me cause miedo, mi Dios me hace ver en ella un medio muy precioso que, de una manera nueva, me lleva directo al Cielo’”.

Treinta y dos de ellas fueron decapitadas. Las otras veinte fueron salvadas por el decreto de la Convención que detuvo las masacres.