Fecha de publicación: 1 de febrero de 2021

En la ciudad de Lachine, en la provincia canadiense de Quebec, beata María Ana (María Stella) Soureau-Blondin, virgen, la cual, aunque analfabeta en su juventud, fundó la Congregación de las Hermanas de Santa Ana, para la educación de los hijos de los campesinos, y dio siempre muestras de un carisma extraordinario.

Nace en el Québec canadiense, en el año 1809, hija de unos padres devotos de origen humilde. Empieza a trabajar de empleada doméstica con 22 años, al sevicio de las Hermanas de la Congregación de Nuestra Señora recién llegadas a la región. Se la encuentra después en el noviciado de la misma Congregación, de donde saldrá, sin embargo, a causa de su salud demasiado frágil.

Empieza como maestra en el pueblo, tras haber aprendido a leer y escribir en el convento, pero debe de dejarlo por falta de fondos de la Iglesia. En 1848, sensibilizada por las carencias educativas de su tiempo y como por un impulso del Espíritu, Esther pone ante los pies del obispo el proyecto de fundar una Congregación religiosa “para la educación de los niños pobres del campo, en escuelas mixtas”. El proyecto es innovador para la época y el prelado autoriza un intento modesto.

La Congregación de las Hermanas de Santa Ana se funda en Vaudreuil, el 8 de septiembre de 1850. Desde entonces toma el nombre de “Madre Marie-Anne”. La comunidad crece rápido y, en el verano de 1853, el obispo traslada la Casa madre a Saint-Jacques de l’Achigan. Empieza entonces un tiempo de desavenencias fuerte con el capellán, que terminan con ella apartada como madre superiora. Fue tan degradada por el capellán que pasó a ocuparse solo de la atención a la sacristía y al guardarropa.

Permaneció en este estado treinta años. No dejó de lado la caridad en este tiempo. Por todo ello se le consiera una mártir del silencio. Murió perdonando al capellán por su trato el 2 de enero de 1890, cuando su instituto ya estaba propagado por varios continentes. Fue beatificada por Juan Pablo II el29 de abril de 2001.