Fecha de publicación: 9 de febrero de 2021

Nació en Salamanca en 1899, en el seno de una familia con pocos recursos. Se recuerda de ella que vivió su Primera Comunión con especial intensidad. Con trece años se va a la ciudad a trabajar como niñera en casa de una familia muy cristiana. En ese contexto, visitando algunos conventos de la zona, empezó su querencia por la vida religiosa.

Pronto llegó su vocación a al carisma salesiano, pero le preocupaba que su falta de recursos económicos fuera un obstáculo en su vocación. Profesó finalmente sus votos en el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora en 1924, en donde pronto se entregó con sencillez a los servicios de la casa y a la pastoral juvenil.

Era devota de las Santas Llagas y del Santísimo Sacramento, al que solía llamar “el prisionero de amor”, además de a María Santísima, sobre todo a través de la famosa “Verdadera devoción mariana” de san Luis María Grignon de Montfort. Insistía mucho en la importancia de confesarse y comulgar frecuentemente, así como hacer un rato de compañía a Jesús Sacramentado.

Fue destinada a la casa de San Valverde del Camino, en Huelva. Las niñas a las que enseñaba se quedaban maravilladas con cómo contaba las vidas de misioneros, santos, o anécdotas de don Bosco. Era una personas sencilla, alegre y muy servicial.

Con la persecución religiosa candente en España, la beata se ofreció como víctima en oración. En 1932, cayó enferma y el asma que le había afectado algo durante su vida, aumentó considerablemente. Se dice que tiene visiones que coinciden con las sublevaciones de Asturias y Cataluña, también algunas que prevén el martirio de su directora, Carmen Moreno Benítez, también beata.

A pesar de que físicamente se fue contrayendo con la enfermedad, su mente y espíritu seguían vivos y lúcidos. Murió en la madrugada del 10 de febrero de 1935, con fama de santa. Llamativo es el milagro que propició su beatificación en 2003, que fue el tiempo humanamente imposible en que tardó un pintor en realizar un retrato de Eusebia.