Si no fuera porque Tú has vencido a la muerte y al pecado en tu cuerpo, en tu mismo cuerpo, muchas veces el ser humano estaría tentado de pensar que la vida no merece la pena. Vivir es un camino cuesta arriba muchas veces. Están los dolores físicos, las enfermedades. Pero luego están los dolores morales: un matrimonio que se rompe, unos hijos que quedan abandonados, una traición en un lugar de trabajo, una mentira mantenida en el tiempo que termina envenenando la esperanza y el corazón.

No es demasiado injusto describir nuestra vida como un via crucis. Y sin embargo, ponemos tu Via Crucis, Señor, revestido de oro, y lo veneramos y lo adoramos y nos ponemos de pie ante tu Paso porque somos conscientes de que tu Via Crucis cambia nuestro destino. En lugar de ser un destino hacia la amargura y la desesperación, o la desconfianza absoluta de unos para con otros, hacia el cinismo vacío, Tú nos cambias, como pedía el pueblo de Israel. Cambia nuestra suerte, como los torrentes del Negueb: “El que siembra entre lágrimas cosechará entre cantares”.

Cambia, Señor, nuestra suerte. Invade nuestro corazón con tu Amor, de forma que podamos afrontar el via crucis de cada una de nuestras vidas sin perder la certeza de ese Amor, la esperanza y la confianza en tu Misericordia.

ORACIÓN:

Padre Nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

Plaza de las Pasiegas (Granada)
16 de abril de 2019