Fecha de publicación: 15 de julio de 2012
Homilía pronunciada esta mañana por Mons. Javier Martínez, Arzobispo de Granada, en la Eucaristía de clausura del XXXVII Congreso Internacional de Pueri Cantores, que se ha celebrado esta mañana en la S.I Catedral, y que durante cinco días ha congregado a 3.000 pueri cantores en catedrales, iglesias y templos de 90 coros, procedentes de 18 países de todo el mundo, convirtiendo Granada en sede mundial de voces blancas.
Queridísima Iglesia del Señor, esposa amada de Cristo; queridos sacerdotes concelebrantes; muy queridos “pueri cantores”, bien aimés “pueri cantores”, beloved “pueri cantores”; directores de los coros, colaboradores, familiares, amigos, familias que habéis acogido a distintos grupos de niños, voluntarios, miembros de la organización de Granada y de Guadix; Queridos amigos todos:
Concluimos estos bellos días de fraternidad y de comunión entre todos con la Eucaristía. La Eucaristía es, según nos enseña la Iglesia, “la fuente y el culmen” de la vida cristiana. Y como la vida cristiana es la vida humana vivida en plenitud gracias a la presencia y la gracia de Cristo, así también la Eucaristía es la fuente y la escuela, y también la realización misteriosa, anticipada, de la plenitud de nuestra vida. La realización misteriosa, anticipada, del cielo.
Porque la Eucaristía no es sólo ni ante todo un ritual. Es, ante todo, un acontecimiento, un acontecimiento misterioso, pero enorme, inefable. Cada vez que celebramos la Eucaristía, la obra entera de la redención tiene misteriosamente lugar para nosotros, en nuestros días. Jesucristo, el Hijo mismo de Dios, resucitado y vivo para siempre, se hace contemporáneo nuestro, nos habla, nos dice su amor por cada uno de nosotros, pobres seres humanos, mortales, heridos, a veces, y a pesar de nuestra juventud, llenos ya de frustraciones y miserias; y sobre todo, se da a nosotros y se une a nosotros para comunicarnos su Espíritu Santo, su propia vida divina para hacernos hijos de Dios. ¡Sí, queridos hijos, Cristo os ama, os ama a cada uno de vosotros, tal como sois!¡Jesucristo es el mejor cómplice de esa felicidad que anhela vuestro corazón, está hecho para Dios, hecho para gozar de la belleza infinita de su Amor, esa belleza yb ese amor que buscamos a tientas en la vida! Pues bien, ese Amor se nos ha dado en cristo, se nos ofrece y se nos da hoy en Cristo. ¡Hosanna! ¡Benedictus qui venit in nomine Domini! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!