Fecha de publicación: 8 de febrero de 2019

Natural de Ciudad Real, el padre Tomás García Martín-Moreno se marchó hace diez años a República Dominicana, como misionero y donde se ordenó sacerdote. Es el misionero que este año acompaña a Manos Unidas Granada en su LX Campaña contra el hambre, dedicada a la mujer. “La solidaridad genera más solidaridad. Y muchas veces, uno ve cómo la abundancia genera más desconfianza y más individualismo. Y allí es todo lo contrario. Es decir, lo poco se multiplica y suma”, nos cuenta el padre Tomás, que esta semana ha recorrido parroquias y colegios acercando su vida misionera allí y en los proyectos que pueden llevarse a cabo gracias a Manos Unidas.

Viene de República Dominicana, ¿cómo llegó a parar allí?
Soy religioso mercedario y allá tenemos una comunidad. Se dio la oportunidad de cambiar de destino. Estaba en Madrid y llevaba ya cuatro años. Me dijeron: “Tomás, estamos pensando la posibilidad de o irte a una parroquia o colegio de Galicia, o irte un poco más allá”. Yo siempre había tenido esa inquietud misionera y no me costó mucho pensármelo. Fue una oportunidad, pero yo creo que fue una “idiosidencia”, porque, como dicen allá, en República Dominicana, siempre, en decisiones así tan importantes está Dios.

Qué realidad tenéis allí.
Manos Unidas este año tiene el lema de la mujer, del siglo XXI. Después de 60 años, han querido que enfoquemos esta Campaña en la figura de la mujer. Y en República Dominicana es un reto. Es un reto la igualdad, los derechos y, como muy bien va trabajando Manos Unidas, que esos derechos se conviertan en hechos. Y no cabe duda, que la mujer está muy maltratada y castigada, sobre todo en la parte donde nosotros trabajamos, que es la periferia de la capital, Santo Domingo, y donde el machismo es el pan nuestro de cada día. Ya no sólo de las mujeres adultas, sino de las adolescentes que acompañamos de 13 años en adelante. Muchas se encuentran ya embarazadas y muy solas para emprender el camino y la vida. Ahí tenemos la suerte de contar con Manos Unidas que nos está ayudando en la formación y la capacitación de los jóvenes, donde de esos 133 jóvenes más de la mitad son chicas, que necesitan de ese apoyo y acompañamiento.

Y qué tipo de formación les ofrecéis.
Son cursos en repostería y panadería, de logística y almacenaje. Cursos que buscan después la manera de que puedan hacer unas prácticas en pequeños negocios de allí de la zona, e incluso en algunas empresas; que puedan tener la oportunidad de que algunas de esas empresas se interesen y las puedan emplear. Y en otros casos que puedan hacer sus propios negocios, para tener unos ingresos.

En República Dominicana, dónde están destinados estos fondos que los granadinos están aportando en esta Campaña.
Los fondos van directamente. Es algo que tenemos que sentirnos muy agradecimos, porque no hay intermediarios. Sí que Manos Unidas busca que haya una contraparte, es decir, que el gobierno se implique. En nuestro caso, una parte del profesorado y el local en el que estamos lo aporta Manos Unidas y otra parte lo aporta el gobierno desde allí, para que la responsabilidad sea de todos, y el cambio no sea de una parte, sino que todos tengamos nuestro granito de arena en el cambio de la realidad de estos jóvenes.

En Santo Domingo, ¿lleváis a cabo un trabajo con niños limpiabotas?
Es todo un proyecto de vida. Cuando en 2007 llego a República Dominicana me encuentro con la triste realidad de niños que trabajan en la calle, y en concreto en el entorno de nuestra parroquia. Llegué en octubre de 2007 y en diciembre de 2007 una de las catequistas me invita a un compartir navideño con los niños. Y le pregunto: “Qué se va a hacer después cuando pase este compartir navideño con los niños”. Me dice: “Hasta el próximo año no los volvemos a reunir. Lo que he hecho ha sido pedir al alcalde cajas limpiabotas nuevas para que puedan seguir trabajando y llevar algo de dinero a las familias”. Cuando ves que los niños están prácticamente en la calle; que su manera de relacionarse es muchas veces a base de golpes; que viven como adultos, no como niños, ¿qué hicimos? El grupo de jóvenes que teníamos para acompañar, los domingos estaban en la catequesis y la eucaristía, y los sábados teníamos la parte práctica. Así empezamos ese proyecto. Después, desde hace seis años, allí me ordené sacerdote, y llegaron las Hermanas Mercedarias, y pudimos abrir ese proyecto no sólo a los niños limpiabotas, sino también a las niñas. Y tenemos una escuela pequeña, que no sustituye su escuela, sino que quiere ser una espacio que refuerce y que integre a la escuela al niño. Así, por la mañana van a la escuela, y por la tarde a nuestro centro, y viceversa, para que la mayor parte del tiempo la tengan ocupada. Claro, al final descubres que si queremos cambiar la vida de los niños, hay que cambiar la vida de las mamás, de las mujeres, capacitándolas, formándolas, alfabetizándolas. Eso nos permite que la vida del niño pueda cambiar algo e incluso de la comunidad. De ahí que empezamos también con una escuela laboral de formación técnico.

Allí, el impacto con las necesidades es mucho mayor que en nuestro país, o en Europa. Y aquí descubrimos que nuestra alegría no consiste en tener más cosas. ¿Se ha encontrado con alguna situación que muestre eso?
Allí se vive muy el presente. Y desde el presente, con lo poco que se tiene, se busca la forma de compartir. Es decir, la gente está muy pendiente de su vecino y de quien tiene al lado. Llegas a una casa y es muy raro que cocinen lo justo. Siempre cocinan un poco más para quien se acerca y se pueda ofrecer. Experiencias hay muchas, desde la casita a la que vas tan humilde de madera y el suelo de tierra, y te ofrece para sentarte lo mejor que tiene, que es una cajita. La solidaridad genera más solidaridad. Y muchas veces, uno ve cómo la abundancia genera más desconfianza y más individualismo. Y allí es todo lo contrario. Es decir, lo poco se multiplica y suma. El tema de la salud y alimentación es importante, porque hay niños que no están bien nutridos, y por ello no pueden aprender.

En este tiempo que lleva en República Dominicana, ¿cómo se siente?
Yo me siento feliz. Y cuando, como en el caso de Manos Unidas, ves a 133 jóvenes formándose y preparándose, y con posibilidad de tener después un pequeño empleo o negocio, es de las cosas más bonitas. Es decir, le da sentido a esa lucha constante que cada día tenemos. Y sobre todo, esa solidaridad que viene del otro lado del charco, tan lejos, pero que a la vez nos hace tan cercanos. Es un milagro el que cada día vivimos de amor, de solidaridad y, sobre todo, de esperanza.

En esta Campaña, podemos ayudar, acercarnos a la Delegación de Manos Unidas, dar un donativo, ser colaboradores, voluntarios… Qué más podría hacer un granadino por esta Campaña, y por cada día, para sentirnos cercanos a esas personas, que, aunque están en la distancia, son hermanos nuestros.
Yo creo que la fe es lo que nos une. Y sobre todo, esa fe que se compromete con el otro, a pesar de que estemos a muchos kilómetros. A través de la fe, de la oración comprometida, de este grupo de Manos Unidas de Granada, que tiene mucho corazón y muchos pies, porque no paran de compartir y de buscar que no nos falte esa ayuda que necesitamos, sobre todo de esas oportunidades.

Paqui Pallarés
Directora Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada