Fecha de publicación: 14 de septiembre de 2020

Un momento de encuentro, alegría y comunión. Así puede resumirse esta celebración que, por segundo año consecutivo, celebra expresamente la comunidad de cristianos venezolanos que reside actualmente en la diócesis de Granada.

De nuevo la parroquia de San Juan María Vianney en el Zaidín les prestó el lugar en el que poder celebrar a su patrona, que sigue haciendo de madre al pueblo venezolano desde aquellas primeras apariciones de hace ya cuatro siglos.

La Misa estuvo presidida por el sacerdote venezolano, D. Eudo de Jesús Rivera, acompañado del vicario territorial, D. Hermes Eliazar, además de varios agustinos recoletos venezolanos y el diácono D. Alexis Franco, también de Venezuela. A su lado, el Vicario General y párroco de San Juan María Vianney, D. Francisco Javier Espigares.

LA ALEGRÍA DE LOS CANTOS
Alegres por estar reunidos en torno al altar y el corazón de la Madre, la comunidad cristiana de Venezuela escuchó las palabras de agradecimiento de D. Eudo, que comenzó resaltando la importancia de ser conscientes del momento que atraviesa actualmente el pueblo venezolano, invitando no obstante a la alegría y el agradecimiento: “tenemos la gracia de poder celebrarlo hoy gracias a la fraternidad con los hermanos granadinos, de poder revivir el mensaje de Coromoto, con ellos, con vosotros”, dijo.

“Hubo sentimientos encontrados de mucha tristeza por extrañar nuestro país, nuestro terruño, nuestras raíces y nuestra gente”, dice Argelis, médico venezolana residente en Granada desde hace un año. “Las personas que nos acogieron han sabido brindarnos ese calor humano que nos hace más llevadera nuestra estadía acá y que nos hacen sentir como si fuéramos de esta tierra”.

La Eucaristía transcurrió teñida por el color de unos cantos venezolanos que animaron a todos, también a los españoles presentes. Argelis dijo sentirse sorprendida de la cantidad de españoles presentes en la celebración y que les agradecieron con aplausos y elogios la devoción que transmiten sus cantos. “El padre Francisco me dijo que se sorprendía con cómo nosotros entonábamos esas canciones con esa pasión y ese amor, tanto a la Virgen como a Jesús”, confiesa. “De verdad que me sentí muy completa, muy feliz, con mucha paz. Lo vivimos muy a pecho”.

Las restricciones sanitarias hicieron imposible despedir la noche con una cena a base de arepas, como hubiese sido de esperar. Algunos ya hablan de la próxima cita en noviembre, con la Virgen de Chiquinquirá.

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada