Fecha de publicación: 29 de marzo de 2015

Entraste, Señor, solemnemente a la Ciudad Santa. Entraste solemnemente a tu Pasión, a la traición de Jesús, al abandono de los amigos, a los sufrimientos, a las torturas y a la muerte. Y quisiste entrar solemnemente para decir, para decirnos a todos, que no te avergüenzas de amar al ser humano; que no te avergüenzas de llegar hasta los abismos de nuestra pobreza, de nuestra miseria, de nuestra mezquindad, de nuestros dolores, de nuestros pecados. Que tu amor es tan grande que es capaz de unirse a nosotros en ese abismo, y de arrancarnos de él y de volvernos a una vida nueva.

Al inaugurar esta Semana Santa, al recibirTe, Señor, en nuestras vidas (y no sólo en nuestra Iglesia Catedral, sino al recibirTe en nuestro corazón y en nuestra alma), nosotros queremos que ese amor nos arranque del abismo de mal y de pecado que tenemos en el corazón y que nos devuelva a la confianza y a la libertad de los hijos de Dios. Todos juntos…

Padrenuestro
Que estás en el Cielo
Santificado sea tu Nombre
Venga a nosotros tu Reina
Hágase tu Voluntad
En la tierra como en el Cielo
Danos hoy nuestro pan de cada día
Perdona nuestras ofensas
Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden
No nos dejes caer en la tentación
Y líbranos del mal.
Amén.