Fecha de publicación: 4 de diciembre de 2018

Se cumple ya más de un año desde la llegada de las Hermanas Franciscanas Cooperadoras de la Asunción a Montejícar, y hemos tenido la oportunidad de acercamos a entrevistar a la Madre Superiora de la Orden, sor Ana Dolores Usili.

¿Puede decirme en qué consiste el carisma de las Franciscanas Cooperadoras de la Asunción?

Nuestro carisma lo resumimos en unas pocas palabras: “Tener a Cristo como supremo amor cooperando en su obra redentora con espíritu de sencillez y minoridad”. Puedo explicar cada cosa de lo que resumimos.
“Tener a Cristo como supremo amor”: nuestra comunidad religiosa tiene a Cristo como centro, legado de nuestro padre fundador. Él es nuestro supremo amor, no hay otro. “Cooperando en la obra redentora”; la cooperación que prestamos en las parroquias es de catequizar, de llevar a Cristo a todas aquellas personas que lo desconocen y a unas que quizás no lo desconocen pero son un poco indiferentes. También colaboramos con los sacerdotes en todo el papel pastoral. Este papel pastoral depende de la apertura de cada sacerdote, de dónde podemos desenvolver nuestra acción pastoral. “Con espíritu misionero”: somos misioneras y estamos en los lugares en donde a veces los sacerdotes no pueden ir. Tenemos muchas comunidades locales en lugares donde no hay sacerdotes y nuestras hermanas asumen casi toda la responsabilidad de la parroquia. Lo que no podemos hacer es solamente confesar y consagrar pero todo lo demás lo podemos realizar, y nos dan una autorización para eso. “Con espíritu misionero de sencillez y de minoridad”; nos caracteriza la sencillez como franciscanas, seguimos esa espiritualidad de San Francisco de Asís. No tenemos grandes cosas pero tenemos el tesoro más grande, que es Dios. No buscamos privilegios sino que nos vamos a los lugares más sencillos. Así nos lo inculcaron tanto nuestro padre fundador como las primeras hermanas. Con “minoridad”, queremos decir que no pretendemos estar por encima de nadie. Procuramos que nuestra misión con los párrocos sea bastante en armonía, ya que no pretendemos ser párrocos. Sabemos hasta dónde llega nuestra misión, qué es lo que podemos hacer como religiosas y no pretendemos pues quitarles el lugar a los sacerdotes. Sabemos hasta dónde podemos llegar, que dependemos en la parte pastoral de ellos también y que tenemos que trabajar en comunión.

¿Cómo fue la historia de su llegada a Granada?

Pues llegó primero nuestra Hermana Superiora general a Guadix, a través de unas hermanas religiosas clarisas que están allí. Una vez allí, Don Ginés [García Beltrán] manifestó la inquietud de que viniéramos aquí a Guadix, y fueron ellas a conocerlo. También encontramos unos lugares en la diócesis de Toledo, porque también fueron a Toledo.
Después, las hermanas vinieron en junio y el obispo quería que viniéramos ya en agosto, ¡pero nosotras no tomamos decisiones así tan rápido! Creo que el obispo de Toledo es amigo de D. Javier y entonces nos llegó la carta de D. Javier donde nos solicitó venir a estas tierras a evangelizar. La comunicación fue más fluida con D. Javier y nos quedamos aquí en Granada al final. Lo que nos presentaba D. Javier fue muy claro. La pastoral que presentaba D. Javier fue muy clara.

¿Podría explicarnos un poco cómo es su día a día desde que llegaron a Montejícar?

Nosotras vivimos en Montejícar pero atendemos a cinco pueblos. Atendemos a Montejícar, Guadahortuna, Torre-Cardela, Píñar y Bogarre. En esos pueblos nos destinó D. Javier para que trabajemos y colaboremos con los sacerdotes. Entonces todos los días vamos a estos pueblos, los visitamos. Un día, miércoles, por ejemplo, nos levantamos muy temprano. La gente se asusta y dice, “¿por qué os levantáis tan temprano?”. Porque nosotras rezamos muy temprano Laudes, el rosario y otra serie de oraciones propias de la espiritualidad franciscana.
En todo eso, desayunamos a las 8:30 y a luego a las 09:00 salimos para uno de los pueblos. Los miércoles vamos a Guadahortuna, a dar la comunión a los enfermos. Desde que llegamos fuimos de casa a casa buscando enfermos para llevarles al Señor Sacramentado. Entonces vamos a darles la comunión en la mañana. En Montejícar tenemos dos grupos, y vamos a darles la comunión los martes y los viernes. Luego nos hemos dado cuenta de que en nuestros pueblos la gente mayor vive muy sola, y a veces si solo llegas y les das al Señor… pues hay que quedarse un ratito con ellos haciéndoles compañía, rezando y platicando.
Luego regresamos a la casa a la hora de la comida. En la tarde nos vamos a un pueblo. Los martes para Torre-Cardela a, los miércoles para Píñar, los jueves asistimos para Torre-Cardela y también Guadahortuna, los viernes también para Guadahortuna y los sábados para Bogarre. Así que todas las tardes las tenemos ocupadas, y las mañanas también las dedicamos a los enfermos, a visitar hogares.
Alguna gente nos pide que lleguemos y llegamos, nos reunimos con la familia, oramos con la familia y compartirmos con ellos. Ese es el quehacer que hacemos ahora y hacemos también la hora de adoración al Señor Sacramentado en cada uno de estos pueblos.

¿Cómo definiría su vida contemplativa dentro de la espiritualidad franciscana?

Nosotras somos activas y contemplativas a la vez. Nuestra vida contemplativa la definimos nosotros en el rezo de la oración de la Lectio Divina, las Horas Litúrgicas. Un lunes al mes tenemos un retiro en donde nos vamos para un lugar, o en la casa, pero ese día no atendemos a nadie, es para nosotras. Una vez al año también tenemos un retiro de una semana.
Cada día tenemos también media hora de oración a Jesús Sacramentado en la casa. Tenemos un horario un poco apretado, y cada una, según nuestras normas de vida, tiene que hacer una hora de oración al Señor Sacramentado personal. Esa es personal. Cada quien se ubica y busca su tiempo para realizarla.

¿Cuántas hermanas son las establecidas en Granada?

Aquí en Montejícar somos 3. Somos de votos perpetuos. Nuestra Congregación es de aprobación pontificia, o sea, que ya fuimos reconocidas por la Santa Sede. Nosotras fuimos fundadas en San Vicente, en El Salvador, en 1945, por el padre D. José Aurelio Fernández Pérez que era un sacerdote franciscano gallego.

¿Qué evaluación haría de este primer año de su llegada a Granada? ¿Qué impresión le queda de su vida granadina desde su primera toma de contacto?

Nosotras teníamos un poquito un concepto del español así sin mucho afecto, pero en esos pueblos nos hemos dado cuenta de todo lo contrario. La gente es muy acogedora, nos acoge, está pendiente siempre de nosotras. Ya están acostumbrados a vernos a las tres y si falta una nos preguntan: “¿qué pasó con la otra hermana?”. Entonces tenemos un concepto muy bonito de la gente en su amistad, en su acogida. Algunas personas mayores nos ven como sus hijas.
Es muy bonita esa relación con la gente. No podemos decir algo negativo. Lo que sí vemos es un reto en el área pastoral, sobre todo con los jóvenes, también con los niños. Vemos ahí hay mucho trabajo que hacer. ¿Y por dónde hay que ir? ¿Qué estrategias hay que utilizar? Pues ahí las vamos buscando. Estamos orando y haciendo lo que podemos. Tenemos la hora de adoración al Señor. Si viene mucha gente pues qué bien, pero si no viene, el espacio está abierto para quien quiera llegar.

Ignacio Álvarez
Delegación de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada