Granada vivió el domingo día 18 una jornada llena de alegría y gratitud a Dios por su nuevo obrero a la mies: D. Luis Palomino, un nuevo sacerdote diocesano, que hasta su Ordenación ha sido diácono en la parroquia de Atarfe.

De llevar una vida ya prevista para casarse con su novia, un puesto de trabajo y dedicando su tiempo libre a una de sus grandes aficiones, el baile hip hop, hasta ser casi profesional, junto a compañeros que sí se han iniciado en el mundo del espectáculo, D. Luis Palomino decidió seguir hasta el fondo la llamada en su corazón que le decía que su felicidad y su tarea en la vida estaba en otra cosa. Ha oficiado su Primera Misa el lunes 19, Solemnidad de San José, en la parroquia de Santa Isabel, en Huétor Tájar, de donde es natural. Tanto en su Ordenación Sacerdotal en la Catedral como en su Primera Misa en Huétor Tájar, el pueblo cristiano de Granada y su provincia acompañó al nuevo presbítero acogiéndolo como uno más en su familia, en un ambiente de alegría y agradecimiento.

– Este domingo serás ya sacerdote. Cómo te sientes.
Un poco nervioso, pero a la vez muy, muy feliz, y de que ya el Señor hace conmigo y lo que Él ha preparado para mí. Y por eso me siento feliz, totalmente agradecido.

– Recuerdas el instante en que dijiste “quiero ser sacerdote”.
Sí, claro. Eso nunca se olvida. Es el primer amor. La primera vez que de verdad yo sentí al Señor vivo y Resucitado dentro de mi corazón. Tuvo que pasar un año en el que vinieron muchas pruebas y dificultades, en el que me costó mucho decidirme, porque tenía mi novia, mi trabajo, una vida casi hecha, y me costó decidirme. Pero era tan grande esa voz del Señor que sentía en el corazón y que me decía que tenía que ser sacerdote… Y también lo comprobaba cuando iba a trabajar. Ir a trabajar ya no era como antes. Tenía posibilidad de trabajar en una oficina con unas condiciones buenas, y yo me pensaba para mí: “¿Esto va a ser toda mi vida? ¿Estar en la oficina sentado o cargando hormigón, que es lo que yo hacía?”. Mi vida no está llamada a esto, está llamada a otra cosa. Así empezó. La primera vez que yo descubrí a Jesús Resucitado es en la Eucaristía.

– Antes de entrar en el seminario cómo era tu vida y que anhelabas en esa vida que llevabas.
Mi vida era normal, como la de un chico de hoy. Es verdad que la sociedad ha cambiado mucho en estos diez años. Era un chico que trabajaba, que no le gustaba estudiar. Trabajaba primero con mi padre en el campo, en mi pueblo, en los espárragos y después en la aceituna. Y después de eso, trabajé en una planta de hormigón, primero manejando una excavadora y justo un año antes de decidirme a entrar en el seminario me hicieron encargado. Tenía mi novia y había hecho planes. Había comprado un piso, pensando en formar una familia. Me gustaba mucho bailar y dedicaba mi tiempo libro a bailar hip hop. Y las ambiciones de un muchacho joven: empezamos formando un grupo, seguíamos bailando, íbamos a fiestas de los pueblos, y nos contrató una compañía. Estábamos de teloneros de famosos. Varios de mis compañeros han llegado lejos, como Mimi, que está en Operación Triunfo, y Juan, que era mi compañero de baile, está bailando también en Operación Triunfo. Y yo, en ese embrollo, decidí que no era eso. Sí bailar, pero bailar para el Señor. Y bailar rezando que es otra manera, muy importante.

– Y qué dice tu familia y amigos de tu Ordenación, y aún antes, cuando dijiste que querías ser sacerdote.
Ahora, muy contentos. De hecho, estos días estoy saturado de tantos whatsaaps, de tanta gente que me para por la calle. Y cuando decidí ser sacerdote hubo de todo. Hubo gente que lo veía bien, otra parte que no lo veía bien, que cómo me iba a dedicar a eso, que cómo iba a ser cura, porque estaba echando a perder mi vida. Pero yo creo que lo más principal y el apoyo más importante fue el de mi padre. Mi madre me dijo “yo sabía que ibas a ser algo grande y eso grande hoy se acaba de cumplir”. Y a mi padre no hizo falta decírselo. Cuando fui a hablar con él me dijo “ya lo sé, tienes mi apoyo, y que esta vez sea la definitiva, no des más tumbos”. Así fue la reacción de cada uno de ellos.

– Hasta ahora, has estado de diácono en Atarfe. Cómo has vivido este tiempo de diaconado y, con anterioridad, como seminarista mientras te preparabas para el sacerdocio.
Este tiempo en el seminario ha sido espectacular. He podido comprobar cómo su Evangelio es Palabra viva que se cumple. Cuando nos damos siempre nos da miedo el dejar todo: la familia, el trabajo… Pero se cumple lo que dice el Evangelio. Y yo en el Seminario he descubierto muchos hermanos de verdad, que están ahí siempre, que te quieren. En el tiempo del seminario en lo que es relaciones ha sido espectacular, con cada uno de ellos. Y en el estudio, con sus más y con sus menos, puesto que ya he dicho que no me gustaba estudiar. Pero lo he visto como un avance. Cada año iba avanzando, iba mejor, me costaba menos, me gustaba estudiar. Son unos años muy positivos. Y ahora en Atarfe una alegría. No puedo decir mas que es un don de Dios, una gracia de Dios. Mis atarfeños me regalaron la casulla para la Primera misa. Y para mi son un regalo de Dios porque, sin conocerme de nada, le abrís vuestra casa, vuestro corazón, ese afecto de cariño que cada uno tiene contigo. Es verdad que hay de todo, como en cada familia. La Iglesia es una familia y hay de todo: unas veces peleamos y otras nos queremos, y disfrutamos lo que es vivir la fe y lo que es vivir la vida de la Iglesia que es maravillosa.

– Administrarás sacramentos como el perdón de los pecados y serás ministro de Cristo en el altar. ¿Cómo te sientes o cómo contemplas esto?, tan esencial para nuestra vida. ¿No te da un poco de vértigo cuando comprendes por lo que pasa a través de tus manos?
Me da más que vértigo. Me siento muy responsable de eso que va a suceder. Me siento totalmente indigno de que el Señor haga eso conmigo. A veces, me cuesta creérmelo, porque es tan maravilloso, es una cosa tan increíble… De hecho, hasta ahora había estado normalmente tranquilo. En esta semana, soy un valle de lágrimas, con cualquier canción del Señor, con cualquier palabra, en la liturgia de las Horas, en el Evangelio, en la Eucaristía me emociono, porque la veo tan cumplida, tan realizada en mí, siendo tan débil, un hombre pecador, como se sentían los apóstoles: por qué yo, Señor, si yo no soy nada, no sé nada. Pero Él ha sido el que, pasito a pasito, haya hecho todo el camino hasta llegar al fin, que era esto. El fin de una cosa pero el principio de otra todavía más hermosa. Y ya siento la necesidad. Es verdad que un diácono siempre es diácono. Pero un diácono que siente la llamada a ser presbítero yo siento la necesidad de traer al Señor a esta tierra, siento la necesidad de perdonar los pecados. Me falta eso. Es verdad que hago bautizos, hago bodas, hago las exequias, pero me falta… Ya lo voy notando conforme pasa el tiempo.

Paqui Pallarés