El domingo, 21 de marzo, se cumplía el centenario del nacimiento de D. José Méndez Asensio, natural de Vélez Rubio (Almería), que fue Arzobispo de nuestra diócesis entre 1978 y 1996, durante los cuales recibió al Papa Juan Pablo II, en 1982, y llevó a cabo el III Sínodo Diocesano clausurado en 1990 y en el que se trazaron las líneas de renovación de la Diócesis para los nuevos tiempos.

D. José Asensio nació el 21 de marzo de 1921, fue ordenado sacerdote el 13 de abril de 1946, tras lo que fue canónigo en la Catedral almeriense y Director Espiritual y Rector de su Seminario Mayor.

En 1968 fue nombrado obispo de Tarazona y en 1971 arzobispo de Pamplona-Tudela (Navarra) para ser más tarde, en 1978 nombrado Arzobispo de la iglesia granadina.

PASTOR BONDADOSO Y SERENO

Dos importantes acontecimientos tuvieron lugar en los años de su arzobispado en la ciudad nazarí. Una visita histórica para la ciudad: la visita papal del Pontífice Juan Pablo II, en 1982, en la que José Méndez se dirigió a los numerosos fieles en una alocución en la explanada del Polígono de Almanjáyar. También en los pastoral otro momento fue la celebración del III Sínodo Diocesano, en el que se programaron y priorizaron las actividades de contenido eclesial que competían a clérigos y laicos, respectivamente.

De la personalidad de D. José Méndez destaca su timidez natural, sencillez, pobreza y desafecto de todo lo material, junto a una profunda espiritualidad y fácil oratoria.

“Junto a la sencillez contagiosa y la autoridad de la bondad, admirábamos su serenidad inalterable. Su espiritualidad lo tenía anclado en una paz interior que comunicaba a los demás de forma visible. Recuerdo el comentario que le hizo al médico en el último año de su vida. Le habían hecho unas pruebas neurológicas en un centro sanitario. El diagnóstico del doctor fue: “Tiene usted un cuadro muy avanzado de deterioro neurológico, rayano con el alzheimer de problemático tratamiento”. D. José, en silla de ruedas, frente al médico sentado en su despacho, le mira con ojos amables y le comenta con la mayor serenidad: “Doctor, no ha podido usted ser más claro. Dios se lo pague”, recuerda D. Juan Sánchez Ocaña, sacerdote diocesano y miembro del Cabildo de la Abadía del Sacromonte.

AMOR POR EL SACROMONTE Y EL CLERO

Uno de los ámbitos en los que también destacó la labor y hacer de D. José Méndez fue en su cuidado y preocupación por la Abadía del Sacromonte donde se le recuerda con afecto. En 1988 nombró un cabildo de una docena de sacerdotes que se encargaran de revitalizar la institución. Su deseo era que más que cabildo constituyeran un equipo sacerdotal. Se abrieron las Cuevas, se restauró parte del patrimonio cultural, se avivó el culto de la Colegiata, se adecentó el entorno: siete cuestas, placetas, solería de la iglesia y se repuso parte de la techumbre en algunas zonas.

Finalmente, en su hacer como pastor también destacó su amor por el clero: “En su legado está el amor a los sacerdotes como colaboradores inmediatos del obispo. Todos nos sentíamos queridos y valorados. Era la manera justa de acrecentar su responsabilidad pastoral de obispo y de avivar más eficazmente la vida cristiana. Lo que se denomina hoy sinodalidad”, resalta D. Juan Sánchez.

D. José Méndez falleció a los 85 años, como arzobispo emérito de Granada en Clínica Nuestra Señora de la Salud, tras padecer una larga enfermedad.

María José Aguilar
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada