Fecha de publicación: 14 de octubre de 2020

Sabemos mucho de esta santa, que dejó por escrito minuciosa cuenta de su vida y camino espiritual, desde su más tierna infancia. Sabemos de sus arrebatos infantiles, como la de querer escaparse con 7 años a tierras de moros para morir mártir, de sus coqueteos con sus primos o de su débil salud que la llevó a que la diesen por muerta hasta en dos ocasiones.

Salió hasta dos veces del convento, uno por problemas de salud y otra para cuidar a su padre. Después de la muerte de éste pasó un tiempo de desesperanza antes de su famosa conversión, nacida de un rato de contemplación frente a un Cristo llagado en 1556, rozando ya la cuarentena. Ello fue posible después de seguir el consejo, por parte de su confesor, de retomar la oración y dejar de charlas en la sala de visita del convento.

Este cambio interior cambió radicalmente su vida. Empezó incluso a tener visiones y a sentir la gran indignidad de su llamada, mirando a santos como San Agustín o Santa María Magdalena. El florecimiento de su vida interior fue también parejo a sus coloquios con San Juan de la Cruz y el responsable también de su impulso por llevar a cabo una reforma de la orden carmelita,  por entonces dispersada y alejada de su espíritu primigenio. “La experiencia me ha enseñado lo que es una casa llena de mujeres. ¡Dios nos guarde de ese mal”, dijo por aquel entonces.

Con la reforma de la orden carmelita vinieron después las fundaciones, hasta 16 a lo largo de su vida, siendo la primera en la propia ciudad de Ávila. Tras esta primera fundación, no exenta de polémica entre la sociedad abulense, el superior de la orden carmelita quedó tan encantado, que la autorizó a llevar a cabo el resto de fundaciones.

De toda su vida mística nos dan cuenta sus escritos, donde detalla todos los pormenores con sencilla franqueza y que son capaces de desvelar los rincones más íntimos del alma humana en su relación con Dios. Estos pormenores están detallados en obras como: “El camino de la perfección”, “Pensamientos sobre el amor de Dios” y “El castillo interior”.

Muere en Alba de Tormes en 1582 y es proclamada santa pocos años más tarde, en 1622. Sin duda una de las santas más importantes de la historia de la Iglesia.