Fecha de publicación: 8 de octubre de 2021

Se la presenta como una de las más insignes pecadoras del mundo, allá por la segunda mitad del siglo V. Era natural de Antioquía, al misma tierra en la que San Ignacio había sido descuartizado por los leones. Allí, esta mujer se dedicaba a bailar sobre un escenario para gustar.

Gustaba a los hombres con sus danzas sensuales llamándola “Margarita”, que se traduce por “gema”, se piensa que así era porque durante sus danzas los hombres la cubrían con collares de perlas.

Tuvo, en el marco de la Providencia, la suerte de toparse, en el año 453, con Nono, anacoreta de Tabenas, sacado de allí para hacerlo obispo de Edesa y trasladado a Heliópolis de Siria, debido a un concilio provincial. Fruto de este encuentro, en el cual el anacoreta vio a la mujer detrás de su careta de lujuria, Dios obró el milagro y la movió a una sincera conversión de vida. Pidió el Bautismo y se entrego a la fe, haciendo penitencia por sus pecados.

Termina el relato de su historia diciendo que murió penitente en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, en el año 468, disimulando con un máscara su condición de mujer, habiéndose hecho llamar Pelagio.