Fecha de publicación: 26 de febrero de 2021

Esta santa vivió el convulso s. XIX dejando una huella imborrable. Nació en las vísperas del nuevo siglo, un 11 de octubre de 1799, hija de un segundo matrimonio dedicados a la artesanía en Arenys de Mar, que por entonces era un puerto marítimo de gran actividad comercial.

Paula Montal durante los primeros años alternó sus juegos infantiles con la asistencia a la escuela de costura, donde aprendió a leer, contar y escribir. Su padre murió repentinamente, haciendo que con diez años tuviese que ponerse a trabajar como encajera junto a su madre, para poder sacar la familia adelante, algo que empezó a compaginar con un servicio de catequista en la parroquia.

Hasta los treinta años siguió como trabajadora en la región, tocando de cerca esta realidad de sus amigas arenyenses. Durante todo este tiempo, Paula conoció bien en carne propia que las niñas y las mujeres tenían pocas posibilidades de acceso a una buena educación, y sintió que Dios le animaba a responder ante esta situación.

Con esto, acompañada de su amiga Inés Busquets, dio el salto a Figueras, superando multitud de obstáculos culturales y económicos para fundar una escuela para niñas y jóvenes. Les apoyó el capuchino fray Roque de San Julián, que fue su director espiritual en Arenys y se trasladó a Figueras también para ser el guardián del convento. La escuela creció en poco tiempo y hubo pronto de cambiar de sede. Otra compañía clave de Montal en este tiempo fue su amiga Felicia Clavell.

Salvo por un par de años que hubieron de regresar a Arenys del Mar por las revueltas políticas, estuvieron hasta 1842 allí con esta propuesta realmente innovadora para la educación femenina de entonces. Se les enseñaba doctrina cristiana, y a leer, escribir, contar, además de algo de geografía, historia, pintura e incluso idiomas. Con ello, Montal rompió con buena parte de la discriminación educativa, que hacía de la mujer menos que el hombre en la enseñanza.

Fue en 1837 cuando quiso formar parte del carisma de San José de Calasanz, viviendo en las Escuelas Pías y dentro de la espiritualidad calasancia. Por tanto, allí apareció claramente perfilada su vocación de educadora escolapia y fundadora. En el 42 fundó su segunda escuela en su ciudad natal. Después en Sabadell en el 1846, en donde entró más en contacto con la congregación escolapia, desde donde se logró pronto la adaptación de las constituciones de las órdenes escolapias a sus escuelas.

Desde la primera profesión religiosa del Instituto, efectuada el 2 de febrero de 1847, hasta finales de 1859, profesaron ciento veintisiete escolapias. En términos generales puede decirse que fue la formadora, salvo muy pocos casos, de las primeras ciento treinta religiosas del Instituto.

Cuando falleció, el Instituto de Hijas de María Escolapias se hallaba extendido por casi toda la geografía española: Cataluña, Valencia, Baleares, Madrid, Andalucía y Aragón, con un total de diecinueve colegios. En ellos se impartió una educación integral a más de cuatro mil alumnas, pensando en la salvación de las familias, según decía la propia Santa Paula: “Quiero salvar las familias enseñando a las niñas el santo temor de Dios”.