Fecha de publicación: 21 de enero de 2022

En la aldea de Daegu, en Corea, cristianos sencillos como Juan Yi Yun-il, pese a que su conversión al cristianismo era reciente, demostraron una fe profunda y seria. Fue el 21 de enero del año 1867 cuando este seglar padeció el martirio en el pueblo de Toi-Kon. Tenía 45 años de edad y se había acreditado ante los misioneros como para encomendarle el cargo de catequista, que él desempeñaba con gran celo. Estaba casado, era padre de familia, y se ganaba la vida como agricultor.

Cuando fue arrestado, se quiso a todo trance conseguir su apostasía, ya que si el catequista apostataba, ello sería buen argumento para conseguir que otros fieles lo hicieran. Por ello fue atrozmente atormentado. Primero fue molido a palos, recibiendo innumerables azotes que lo dejaron maltrecho, y como esto no fue suficiente para que apostatara se le descoyuntaron los huesos, lo que le produjo dolores terribles.

El mártir soportó con viva fe y gran paciencia los tormentos, teniendo delante de su alma los dolores de Cristo en su pasión y ofreciendo al Señor su vida en gratitud por el don de la fe y la redención que de Él había recibido. No vaciló un momento en su confesión cristiana y admiró a todos la alegría que mostraba de padecer por Cristo. Consumó su martirio cuando fue decapitado.

Fue canonizado en Seúl por el papa Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984.