Nació en SteuBlingen. Hijo de los condes de Sonnenberg de Suabia, que habían venido a menos. Fue destinado a una carrera secular, pero un tío suyo, canónigo de Bamberg, lo encaminó a la carrera eclesiástica. Recibió la formación en el monasterio local de San Esteban de Bamberg donde ejerció la docencia. En 1054 fue prepósito del monasterio palatino de los Santos Simón y Judas en Goslar.

Fue elegido arzobispo-elector de Colonia (1056-1075); su grey le tuvo una gran hostilidad por que se retenía que su linaje era muy bajo para el cargo que ocupaba.

Fue canciller y confesor del emperador Enrique III. Luchó por extender los territorios de su diócesis e introdujo la reforma cluniacense en su diócesis. Su relación con Roma fue muy difícil: durante el papado de Nicolás II, fue castigado con otros obispos por motivos desconocidos.

Y empeoró cuando el cisma (1061-1064) entre el papa Alejandro II y antipapa Honorio II, y en su calidad de regente del Imperio consiguió terminar con el cisma. A la muerte del emperador, gobernó el Imperio (1062) en nombre de Enrique IV, hasta que fue destituido, por su vida poco edificante. También tuvo que dejar el obispado por una revuelta del pueblo por su excesiva rigidez.

En 1072, se retiró de la Corte a la abadía benedictina de Siegburg, que había fundado, donde pasó los últimos meses de su vida. Colaboró con los papas Gregorio VI y Esteban IX en lo relativo al celibato eclesiástico. Fue un obispo de su tiempo que se ocupó de de aumentar los intereses de su familia y el poder del arzobispado de Colonia. Cuesta mucho observar en él signos de santidad, si no es por las reformas que hizo en su diócesis y su entrega a los más pobres.