Alocución inicial en la vigilia de adoración eucarística

Después del gozo que supuso la vigilia de oración de la víspera de Pentecostés decidimos repetirla en este mes de julio y, si Dios quiere, la retomaremos en octubre todos los primeros sábados de mes: tener un rato donde estamos juntos en la presencia del Señor, orando, escuchando la Palabra de Dios, recibiendo si es necesario el Sacramento de la Penitencia (aquellos que lo puedan desear) e invitando a jóvenes a que puedan unirse a esa oración nuestra.

Era evidente que en julio íbamos a ser unos poquitos, pero no es nunca el número lo que cuenta, sino la verdad de lo que el Señor nos da vivir. Ya me habéis oído decir más de uno que en la cruz había ocho personas, en el arca de Noé más exactamente ocho personas, y sin embargo estaba pasando lo más grande del mundo. Lo que importa es que aprovechemos bien el tiempo que el Señor nos da, como tiempo de gracia, la gracia de su presencia, la gracia del perdón, la gracia de la comunión que su Presencia genera, y también de la llamada, de la invitación a otros a acoger esa gracia.

Alocución antes de la bendición final en la vigilia de adoración eucarística

Queridos hermanos:

Sobre el Evangelio que acabamos de escuchar, la sabiduría que el Señor nos da es la Sabiduría de Dios, pero esa Sabiduría de Dios es, al mismo tiempo, la sabiduría de vivir. No hay ningún curso, ni ninguna carrera en la universidad, ninguna asignatura en los colegios, no hay un lugar donde aprender a vivir si no es el lugar donde el Señor mora, que es su Cuerpo, que es la Iglesia, que tiene muchas formas y muchas realidades, pero no hay ningún modo de aprender esa sabiduría que el Señor oculta a los grandes del mundo y que, sin embargo, revela a cualquiera que tenga un corazón sencillo y que busque la luz de Dios, que busque la sabiduría de Dios, que busque a Dios, que anhele a Dios.

Es muy bello que en ese mismo Evangelio el Señor diga “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados”. Los que ya hemos pasado la infancia experimentamos con frecuencia el cansancio; el agobio no es el cansancio del final de un día fatigoso, es como un cansancio que lo generan las cosas cuando no percibimos que cada realidad, cada cosa, es un signo del amor de Dios. Y el Señor nos dice: “Venid a mi y hallaréis vuestro descanso”.

Que el Señor nos ayude con un corazón sencillo a ir a Él. Ese descanso es la vida, es la sabiduría de la vida: lo que significa querer, lo que significa el sentido de la vida, hacia dónde orientar nuestros pasos, cómo afrontar nuestros límites y nuestros pecados, cómo hacer paz con nuestra historia, con nuestro pasado, con nuestras heridas, que llevamos con nosotros.

Señor, danos Tú esa sabiduría que nosotros no somos capaces de darnos a nosotros mismos, porque necesitamos ese descanso que Tú eres y que Tú nos das.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

Vigilia de oración
S. I Catedral, 5 de julio de 2014