Queridísima Iglesia del Señor, en este caso ese trocito de Iglesia que se reúne y que vive y trabaja en nuestra querida Universidad;
querida Excelentísima Magnífica Rectora;
autoridades académicas;
profesores;
personal de servicios;
alumnos, que sois el alma de la universidad (sin vosotros todo lo demás se moriría):

Comenzamos un nuevo curso. Es bueno comenzarlo, en primer lugar, dando gracias a Dios, y en segundo lugar, pidiéndoLe al Señor con mucha sencillez que el curso sea un curso bueno; que sea un curso bueno significa que todos podamos acercarnos a lo que somos, es decir, acercarnos a lo que somos como personas y a lo que es nuestra vocación en tanto que creados a imagen y semejanza de Dios, todos, y luego hijos de Dios, que hemos conocido a Jesucristo y el amor infinito de Dios.

Yo he dicho muchas veces que una universidad es un lujo y es verdad que es probablemente el lujo más grande que tiene esta ciudad. Pero los lujos no son para presumir de ellos o para “dormirse en los laureles” o incluso usarlos para hacerse prevalecer a uno mismo frente a otros. Los lujos, que son dones de Dios, son para usarlos en beneficio de todos. Para eso es bueno pedirLe al Señor, al mismo tiempo que Le damos gracias por ese lujo, que es que empiece un curso universitario, que podamos justamente pedirLe que nos aproximemos más a nuestra vocación de seres humanos y de cristianos. Que el curso sirva para que crezcamos en un uso más sabio de la inteligencia.

En la universidad hay mucha inteligencia acumulada. He vivido dentro del mundo universitario, y sé que fácilmente en ese mundo crecen la envidias o crece el amor de los protagonismos, o las complicaciones, o el deseo de aparecer y de hacer carrera en definitiva…, que sirva para que crezca un uso más sabio de nuestra inteligencia puesta al servicio de todos, más gratuito; que crezca un uso mejor de nuestra libertad; que seamos más libres para decir lo que nos parece que es bueno, sabiendo que a otros les puede parecer otra cosa y que tienen sus motivos y que es importante escuchar los motivos de los demás, y escucharnos unos a otros. No simplemente discutir, sino hacer un verdadero diálogo intelectual en el que pueda crecer. Y eso supone un respeto inmenso hacia la libertad de cada uno. Y luego, que crezca nuestro afecto de unos por otros. Yo diría, hasta de las distintas carreras, unas por otras, porque todos tenemos un tesoro que no abarca toda la realidad, sino el fragmento de la realidad al que hemos dedicado nuestra vida. Otros tienen otros fragmentos. Y el enriquecimiento mutuo –lo digo con una palabra más universitaria: interdisciplenareidad-, cuando eso es vivido realmente con un espíritu de colaboración y de deseo del bien de los otros, nos da la capacidad de amar. Y amar no es algo que esté vinculado a las emociones o al sentimiento. Amar tiene que ver con el juicio, el juicio de que el otro está creado y está hecho para el mismo destino para el que estoy yo. Y entonces uno puede respetarlo en serio, no por tolerancia, sino por amor a su destino, que es amor a mi destino, y sentir al otro como parte de mí, y sentir que lo que yo puedo dar al otro es un bien y es bueno compartir nuestros bienes. Y la forma más auténtica del amor es compartir nuestros bienes. Primero, dentro de la comunidad universitaria, pero luego yo diría cada vez más con el mundo que nos rodea, con la sociedad que tenemos en Granada… pero con el mundo entero (si hoy nos enteramos de una noticia en tiempo real, y eso está muy bien, pero que no sea para que nos acostumbremos a oír una tragedia cada media hora sin que nos afecte para nada). Yo he vivido en países –y supongo que a lo mejor la cifra no ha disminuido en aquel país-, fue hace muchos, donde el 80% de la población era analfabeta. Nos vuelve a la idea del lujo que es nuestra Universidad. Que ese lujo sirva en un mundo –y como decía la lectura que hemos hecho de San Pablo- tiene sed o gime en dolores de parto para que nazca una humanidad bonita, una humanidad buena, donde cooperamos como hermanos y como amigos. Todos, unos de otros, más allá de intereses particulares o de ideologías. Y si queréis, entendiendo la palabra religión en el mal sentido de la palabra, hasta de religiones, cuando se entienden mal. En nuestra común humanidad. Estamos hechos a imagen de Dios. Estamos hechos para el amor. No hay otra manera de vivir en la que uno pueda vivir contento.

Que el Señor nos conceda en este curso encaminarnos en esa dirección con su ayuda. Los cristianos que participamos de esta Eucaristía se lo pedimos porque sabemos que necesitamos de esa ayuda del Señor. Pero que eso sea verdad, repito, en primer lugar, en la comunidad académica: que nadie pase al lado nuestro sin que lo ignoremos y menos aún sin que seamos muy conscientes de que lo que queremos es ignorarle. No, por el amor de Dios. Y luego, que el conjunto de nuestra vida y de nuestro trabajo, también de la Pastoral Universitaria, que pueda ser un deseo de comunicar los bienes que nosotros hemos recibido con un profundo amor a quienes no lo tienen, a quienes no tienen esos bienes, a quienes los necesitan, quienes desearían ver en nosotros, justo, una humanidad enriquecida por la gracia de Dios. Y enriquecida es disponible para ser compartida con cualquiera que se acerque a nosotros buscando lo que nosotros tenemos.

Yo creo que eso nos haría posible a final de curso dar muchas gracias al Señor, terminar el curso muy contentos, probablemente menos ansiosos de necesitar descansar en el verano, y agradecidos por un año en el que todos hemos crecido; hemos crecido en un uso sabio de la inteligencia, hemos crecido en la libertad verdadera, que se manifiesta justamente en la caridad y en el amor, en la misericordia, en el perdón a las ofensas, y hemos crecido en ese amor mutuo para el que hemos nacido. Yo se lo pido con toda mi alma en todos los estamentos de la Universidad. Vamos a pedírselo al Señor juntos y a pedirLe que en este Año de la Misericordia Él tenga misericordia de nosotros y nos ayude a crecer en esa humanidad.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

26 de septiembre de 2016
Colegiata Santos Justo y Pastor