Fecha de publicación: 18 de octubre de 2019

 

No puedo comenzar esta homilía sin recordar, una vez más, y algunos ya me lo habéis oído decir año tras año, que, al fin y al cabo, soy hijo de Cuerpo y como hijo del Cuerpo, siempre que puedo es para mi un gozo el celebrar esta Eucaristía y compartir este momento de gratitud al Señor y de oración también por vosotros, por vuestra misión y por vuestra dedicación a esa misión. Y por los riesgos que corréis en ella también.

Vuestro patrón son los Santos Ángeles y no hemos celebrado la Eucaristía de los Santos Ángeles, sencillamente porque hoy es San Lucas y, siendo uno de los cuatro evangelistas, no permite la Iglesia que este día se celebre ninguna otra memoria ni de santos ni de otro tipo, salvo que fuese la patrona de la ciudad, que tendría que ser solemnidad. Pero, fuera de eso, no lo permite.

La figura de San Lucas es una de las cuatro figura de los evangelistas, pero una particularmente entrañable. Él no era judío, era de origen helenista, de origen griego. Su lengua natural es obvio que era el griego y fue un acompañante de San Pablo, como se pone de manifiesto en los Hechos de los Apóstoles, en donde hay una especie de diario de viaje en una parte de los Hechos de los Apóstoles compuesto por el propio San Lucas. El hecho de que no era judío se nota también en que hay una diferencia muy grande entre las partes que no son escritas por él, como el prólogo del Evangelio o el prólogo a los Hechos, que están escritos en un griego bastante elegante, muy elegante incluso; y sin embargo, en cuanto él recoge testimonios acerca de la vida de Jesús, aquello se ve que está redactado en su lengua original, en otra lengua que no era suya. Él dice que se ha esforzado por recoger de las fuentes y de los testigos los textos de la Tradición del Evangelio. Y es verdad. Es decir, el Evangelio de la infancia, por ejemplo, está lleno de lo que los expertos llaman “arameismos”, porque son textos que fueron recitados primero y luego puestos por escrito seguramente en arameo antes de que él los recogiera. Y eso contrasta tanto con las partes que están escritas por él, que uno se da cuenta de que, efectivamente, él ha recogido ahí una Tradición que ha respetado lo mejor posible. Él es el evangelista que cuenta el hecho de Pentecostés y, por lo tanto, cómo el misterio pascual de Cristo, su Pasión, muerte y Resurrección, como lleva consigo el don del Espíritu Santo, ese don del Espíritu Santo es para todos los hombres y, en la mañana de Pentecostés, hace toda una lista que es casi el mapamundi visto desde Jerusalén en el siglo I, en el tiempo del Evangelista San Lucas. ¿Para qué? Para indicar a Roma, Etiopía, a lo que es Irán ahora mismo; para decir que el Acontecimiento de Cristo, vencedor del pecado y de la muerte, es un Acontecimiento que está destinado a llegar al mundo entero, que no es un Acontecimiento sólo para los judíos.

Nosotros formamos parte de ese mundo entero. Estamos en la otra punta del Mediterráneo y muchos años después. Y sin embargo, somos beneficiarios de la misma Buena Noticia, de que hay un sentido para la vida humana y un sentido que da sentido a la vida como a la muerte. Y ese sentido no es una idea, no es una creencia, no son tampoco una serie de principios morales, sino una Persona. Ese sentido es Jesucristo, en quien Dios se da a nosotros para que podamos vivir en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Una libertad que es propiamente, no una construcción humana, sino un don de Dios por la cual millones de hombres han sacrificado y sacrifican y ofrecen sus vidas con alegría. Es verdad que nosotros podemos tener la sensación de que, en esta parte del mundo en la que vivimos, en la que llevamos veinte siglos de Tradición cristiana, y a lo largo de esos veinte siglos han pasado cosas de todo tipo de logros de santidad enormes y de florecimientos de santos espectaculares, hasta momentos de decadencia de la Iglesia y de susto, cuando la fe no es suficiente, de que eso pueda desaparecer.

A mí me gustaría decir datos que no están en la calle, que no conocemos. Que la Iglesia sigue creciendo, no deja de crecer y crece a veces en países donde a nosotros nos sorprende muchísimo. Cuando yo lo comento en otras circunstancias cuál es el país del mundo en el que la Iglesia crece más en estos momentos, casi nadie se le ocurre pensar el país que voy a decir que es Vietnam. (…) Otro de los países donde no nos imaginamos, y también está la Iglesia perseguida, que crece la Iglesia mucho, es China, la China continental. No para de crecer, hasta el punto en que un sociólogo norteamericano especialista en pueblos del Pacífico decía, por el año 2003 o 2004, escribiendo un libro que se titulaba “La nueva cristiandad”, decía que, a menos que hubiera una catástrofe mundial, China podría ser, para el año 50, –en números absolutos, no en proporción– el segundo país cristiano del mundo. (…)

Os digo esto pues porque, la historia que comenzó la mañana de Pentecostés, sigue siendo una historia viva. Nosotros podemos ser cristianos más o menos decadentes o la fe puede ser muy frágil en nosotros, pero esa historia está viva. En el África subsahariana, el número de bautizos que hay diarios –haciendo una estimación, porque los sociólogos siempre dicen que hay un factor de corrección y se pueden inflar o se pueden bajar para abajo–, dan 1500 bautismos de adultos al día. Cuando el Señor dice: “No temáis, Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”, pues eso; que está en el Evangelio de San Mateo, pero que es lo que expresa la mañana de Pentecostés, que el único relato que hay de esa mañana es la de San Lucas. Tiene otros rasgos el Evangelio de San Lucas. Uno es su predilección por los pobres. Los detalles más exquisitos de la predilección de Jesús por los pobres están en ese Evangelio, decía la oración de la Misa que acabamos de leer. Y otro rasgo es su meticulosidad a la hora de dar detalles de la vida de Jesús, que casi siempre, siempre, hay que tomar como el más historiador de los evangelistas, el que más se preocupa porque los detalles sean fieles.

Me diréis, ¿qué tiene que ver esto con vosotros? Pues, directamente muy poquito y, sin embargo, lo de los ángeles custodios es más fácil ver la relación. Los ángeles tienen la misión de cuidar de la humanidad y, de alguna manera, vosotros, la Policía Local, cuidáis de los que habitamos en esta ciudad con lo mejor de vuestras fuerzas y con lo mejor de vuestra energía. En todo caso, tenga San Lucas que ver, es el Evangelio, que es la fuente de nuestra esperanza y de nuestra caridad, y de nuestra fe, y por lo tanto, celebrar la fiesta de un evangelista, nos ayuda a tomar conciencia del valor que tiene esa fe para quienes celebramos la Eucaristía. Y ese valor es inmenso, como decía un pasaje de un Salmo: “Tu Gracia vale más que la vida”. Porque, y lo voy a decir con una palabra famosa de Dostoievski, “si Dios no existe, todo está permitido”. Y si todo está permitido, la vida humana termina siendo imposible. Es una lógica tremenda pero eso lo escribió el novelista Dostoievski en la segunda mitad del siglo XIX y va al fondo de la cuestión. Si Dios no existe, al final, se pueden cumplir las leyes más o menos externamente, pero profundamente los corazones no hay ley, porque no hay ninguna razón para obedecer ninguna ley. Si al fin y al cabo, si Dios no existe, no somos mucho más que las hormigas.

Ese espacio humano que supone la gratuidad, que supone el deseo del bien, que está inscrito en nuestros corazones –yo creo que la mayor parte de las personas, todos deseamos ser buenos– incluso en mi experiencia, lo dije el otro día también celebrando con la Policía Nacional, cuando alguien se topa en su vida con una persona de la que dice “es que es mala, es mala”; cuando tienes la ocasión de conocer más el fondo, te das cuenta de que detrás de esa maldad hay alguna herida: ha sido maltratada, ha sufrido desengaños, ha vivido alguna frustración tremenda, ha sido herida de una manera o de otra, y ese mal que uno sufre termina saliendo de una manera o de otra y a veces sale con las personas que más quieres, es decir, con las personas que menos tendría que salir, por así decir. En el fondo, nuestro corazón está hecho para el bien. Yo sé que vosotros sois guardianes de la ley, pero en la medida en que sepáis que detrás de la ley están las personas, está la justicia, están una serie de bienes que no se pueden traducir de una manera crematística, podréis vivir gozosos vuestra misión, saber que estáis contribuyendo a algo muy importante en la vida de los hombres que es, lo digo con una palabra muy clásica “la ley y el orden”, de algún modo. A mí celebrar con vosotros y, repito, siendo hijo del Cuerpo, pues no me cuesta dar gracias por vuestra existencia, porque sé el sacrificio que significaba para mi padre haberse pasado 40 años en el mismo puesto y era un turno de noche, y por lo tanto estuvo todas las noches, una sí y otra no, en el mismo lugar. Pero sé los sacrificios que suponía para él y para su familia, y por lo tanto conozco los sacrificios que vosotros estáis obligados a hacer, de una manera o de otra, tantas veces.

El dar gracias supone más que un gesto de reconocimiento a mi propia historia. Hay motivos muy concretos para dar gracias en nuestra ciudad, que soy consciente de que es una ciudad sumamente compleja, por ser Granada, simplemente, no por más. Es una ciudad en paz y cómo no vamos a dar gracias por un bien tan grande como es la paz. Alguien me decía que, en Granada, sólo en el municipio de Granada, hay censadas personas de 90 nacionalidades y luego sales a la calle y nunca sabes qué idioma te vas a encontrar. Ya es difícil que se entiendan marido y mujer, ya es difícil que haya comunidad y comunión en una familia un poco grande… Qué sería una ciudad que tiene más de 3 millones de visitantes al año. Pues, estamos en paz, gracias a Dios estamos en paz. Y en esa gratitud al Señor entráis vosotros y de manera bastante directa.

De este modo, benditos seáis por la misión que hacéis, por la discreción con que la hacéis normalmente. Lo que conozco y lo que me he encontrado no puedo más que expresar mi gratitud y pedir. Los cristianos nos reunimos siempre para dar gracias porque siempre tenemos motivos para darlas; porque está Jesucristo en medio de vosotros y nos acompaña en el camino de la vida, pero, al mismo tiempo, Le pedimos que sepáis cumplir esa misión bien, que seáis generosos, que améis los bienes grandes de esta ciudad a la que servís: la paz, la convivencia, la fraternidad de unos con otros. Que seáis instrumentos! (…) Cumplid vuestra misión. Sed, no sólo garantes del cumplimiento de la ley, sino, de algún modo, constructores de esa convivencia y de esa paz que a mí me parece, tal como la tenemos en Granada, casi milagrosa. Y por lo tanto, los milagros los hace Dios. Vamos a pedirLe a Dios que podamos vivir en ese milagro.

Pedimos por vuestro Cuerpo, por vuestra misión, por vuestras familias, las de todos, también las de quienes tienen que dirigiros, los miembros del ayuntamiento; pero vamos a pedir por la paz en España, ¿os parece? Estamos viviendo unos momentos muy delicados. Que Dios dé sabiduría, que Dios dé un deseo del bien común a quienes pueden influir en esa paz y que todos podamos contribuir a ella. Al menos, quienes creemos en Jesucristo tenemos el deber de contribuir a ella; contribuir a ella de la mejor manera que sepamos cada uno.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

Iglesia parroquial Sagrario-Catedral
18 de octubre de 2019