Fecha de publicación: 14 de septiembre de 2020

El pueblo de Granada ha buscado siempre la salud en la mediación de la Virgen, acercándose a Nuestra Señora de las Angustias. Y eso comprende todas las epidemias sufridas por la ciudad, aunque la más señalada fue tristemente el cólera en el siglo XIX.

Porque el cólera azotó a Granada en cuatro oleadas desde 1833, con unas cifras que, aun en las circunstancias actuales, nos hacen enmudecer: más de 10.000 contagios en 1834, unos 3.500 en la de 1855, apenas 700 en la de 1860 (benevolencia atribuida a la Virgen de las Angustias, según Francisco A. Hitos) y al menos 5.500 en la de 1885. Este autor jesuita cuenta hasta 500 fallecidos en un solo día de agosto de ese año.

Huelga comentar la conmoción que esto suponía para la ciudad, que contemplaba desconcertada aquella sucesión de fallecimientos, algunos de forma súbita, y también la diversidad de reacciones, conductas y actitudes que despertaban, fácilmente reconocibles actualmente, y en aquel entonces con el añadido negativo del atraso de la ciencia médica y de los medios técnicos. El P. Hitos se quejaba así en su libro de 1929: “las lecciones de las experiencias que de aquellas épocas aprendimos nos han servido de poco para lo futuro”. Aun así, se extremaron las medidas, que adoptaba la Junta de Sanidad, y se observó siempre una preocupación mayor por los sectores sociales más desvalidos –”los barrios extremos eran los que más padecían”–, aunque a todos afectó la enfermedad y, de hecho, el mismo arzobispo de Granada falleció contagiado en 1885, después de asistir en persona a enfermos algunas noches.

En lo devocional el protagonismo correspondió lógicamente a la Virgen de las Angustias. Por lo común se acudía a Ella en dos tiempos: el de rogativa y el de acción de gracias. En las rogativas la Imagen Patronal gozaba de la cercanía del pueblo. Puesta en andas, era visitada tanto en su iglesia como en la Catedral, porque en todas esas ocasiones iba al templo metropolitano y permanecía allí rodeada del fervor de los granadinos, al menos lo que duraba una novena. Pero a veces fue mucho el tiempo que permaneció en la Catedral: hasta veintiséis días en 1834 y aproximadamente un mes en 1855. En 1885, tras rogativa y septenario en su templo, también se llevó a la Catedral.

La acción de gracias consistía en una solemne función que se celebraba en el templo matriz de la Iglesia de Granada, lo que implicaba un nuevo traslado hasta él de la Imagen de la Virgen y, por supuesto, una solemne procesión de regreso. En 1855 volvió a su templo acompañada de una cohorte de siete santos: Santa María Magdalena, San Roque, San Nicolás, San Rafael, San Sebastián, San Miguel y San Cecilio; es decir, La pecadora arrepentida, el protector de los inocentes y el patrón de Granada junto al arcángel que lidera las legiones celestiales y tres santos bien acreditados en la protección contra las enfermedades: el arcángel Rafael y los santos Sebastián y Roque, invocados desde los aciagos tiempos de la peste bubónica. Granada recurría al santoral en sus necesidades. Precisamente en ese clima de fervor, la reina Isabel II regaló ese año un manto a la Patrona de Granada, una lujosa pieza salida del taller de la madrileña calle Jacometrezo, el de las hermanas Gilart, bordadoras de cámara de origen mallorquín. La sobriedad de sus estrellas doradas deja paso en los bordes a una profusa cenefa de bordados en oro de gran elegancia. Desde entonces lució el manto de Isabel II en sus salidas procesionales, antes de que se confeccionara el llamado “del Pueblo”.

En 1860, tras tres meses de penosa incertidumbre, la Virgen fue llevada a la Catedral el 15 de septiembre “acompañada de todo el pueblo” para la función de acción de gracias del día siguiente, en la que predicó D. Antonio Sánchez Arce y Peñuela, chantre de la misma Catedral de Granada, sermón que se conserva bellamente editado. Dos años más tarde se postró ante la Virgen en su templo la reina Isabel II. En fin, el “Te Deum” de acción de gracias de 1885 en la Catedral, el 15 de octubre, congregó a 12.000 personas y la procesión de regreso con la Virgen de las Angustias tardó dos horas en salir del templo catedralicio.

Fue esta acción de gracias la más significativa. Tras ella, las actas del Ayuntamiento de Granada recogen la participación de la corporación municipal en la función que se celebraría el sábado 31 de octubre de 1885, ya en el templo de la Carrera. El célebre concejal D. Antonio Afán de Ribera dio cuenta en cabildo de 26 de octubre de la contribución económica personal de los concejales y de la asistencia a “una función de Iglesia a Nuestra Señora de las Angustias en acción de gracias por haber terminado la epidemia”, invitando a su vez al Arzobispo y al célebre orador D. Emilio de la Rosa, canónigo del Sacromonte, para que pronunciase el sermón.

Granada llevó por entonces el fervor hacia su Patrona hasta el paroxismo: el 30 de enero de ese mismo año había formulado el Ayuntamiento su Voto a la Virgen de las Angustias tras el funesto terremoto que sufrió la comarca de Alhama el día de Navidad anterior (1884); el 14 de mayo de 1885 el arzobispo D. Bienvenido Monzón, tres meses antes de morir y ya preconizado como arzobispo de Sevilla, pedía a Roma la declaración del patronazgo oficial de la Virgen de las Angustias sobre Granada, en octubre esta venerada Imagen fue acreedora de esa solemne función de acción de gracias y en 1886 varios devotos costearon la campana de “la Trinidad”, testigo material de gratitud “en memoria del cólera” para una de las torres de las Angustias, fundida por Ricardo Díaz Muriel.

Finalmente el papa León XIII accedió al nombramiento de patrona “canónica” de Granada –como reza en las estampas que se imprimieron al efecto– de la Virgen de las Angustias el 5 de mayo de 1887, pero en realidad se le aclamaba como Patrona al menos desde dos siglos atrás y así figura en la multitud de grabados conservados, sobre todo a partir del siglo XVIII.

Pero las fiestas conmemorativas del patronazgo decretado por el Papa no tuvieron lugar hasta 1889. Durante esos dos años, la Virgen continuó saliendo procesionalmente en Pascua de Resurrección; en 1889 así lo hizo, y a renglón seguido las fiestas del patronazgo tuvieron lugar entre el 27 de abril y el 1 de mayo (triduo, misa pontifical y tedeum en la Catedral) y para ello se dispuso que “se repartiesen programas de las fiestas por los pueblos del arciprestazgo de Vega y Sierra, y se interesara a los directores de los periódicos locales para dar a las fiestas toda la publicidad posible, y otros pormenores como el que se tocase la campana de la Vela en los días de las procesiones de ida y vuelta de Nuestra Señora”. A partir de ese año las fiestas en honor de la Virgen de las Angustias, a la que tanto había y hay que agradecer, se desarrollan cada mes de septiembre.

Este año 2020 la Virgen de las Angustias sigue siendo en nuestra tierra un firme asidero en la tribulación. Y el pueblo continúa pidiéndole salud y dando gracias a Dios por la mediación de María, “Salus Populi Granatensis”.

Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz

Leer artículo en la revista Fiesta 1344