Fecha de publicación: 12 de noviembre de 2019

¿Cuál es la principal novedad que recupera san Juan Pablo II con su teología del cuerpo?

Juan Pablo II, ya antes de ser Papa, lo que intenta es superar un bloqueo que existía en cuanto a la visión y vivencia de la sexualidad en la primera mitad del s. XIX, porque había normas pero no se daban razones suficientes para cumplirlas o aquellas, no se sabían presentar de forma atractiva. Él quiere salir al frente para volver a recuperar lo que es la verdad del amor en el matrimonio y la familia.

En su libro “Hacia la plenitud del amor conyugal”, habla del peligro del “emotivismo” en el amor ¿Hay un peligro patente en considerar hoy que el amor es algo más sentimental y emotivo?

Sí, efectivamente, porque el amor parte de un acto de la voluntad. Los sentimientos, las emociones, son importantes pero principalmente, en un primer momento. Si el amor se quiere vivir en su autenticidad y en su verdad, necesita un acto de la voluntad y una reflexión, con lo cual la inteligencia y la voluntad intervienen. No nos podemos dejar llevar por las emociones, los afectos (que son importantes a primer a vista, porque sin ellos sería un amor frío, podríamos decir), pero sin quedarnos anclados en ellos, porque faltaría la reflexión y el tomar las riendas del amor a través de la voluntad.

Hoy sabemos que hay mucho “emotivismo”. El amor sentimental igual viene que se va. Obedece a un amor romántico, sin base firme. El amor necesita unos cimientos para que se vaya poco a poco fortaleciendo, no podemos dejarlo a la intemperie de nuestras emociones provocadas por vivencias o circunstancias que la vida nos presenta, porque un amor bien cimentado hace posible afrontar todo lo que la vida nos depara.

¿Cuál es entonces el paso más importante a dar entonces desde ese enamoramiento inicial hacia la madurez del amor?

El amor tiene distintas fases. La primera es la atracción física, que aparece al principio; seguidamente, la psicológica, más centrada en lo emotivo; luego vendría la personal, cuando uno descubre realmente a la otra persona tras ese primer enamoramiento, que quizás no llegue a ese amor ideal que uno tiene pensado, pero uno apuesta por el amor. Cuando descubre lo bello de la otra persona, aun cuando existan sus imperfecciones, uno cree que pueden construir juntos un proyecto de vida y se comprometen en él. La última fase sería la trascendental, que es intentar vivir según el proyecto de Dios sobre el amor humano a través del matrimonio.

¿Dónde se quedan muchos por desgracia? No solamente jóvenes, sino también menos jóvenes de nuestra sociedad, pues prácticamente en la primera fase, que es el atractivo físico. Si acaso llegan un poquito más a la psicológica, que son las emociones, donde hay un poquito de feeling pero se aferran solo a la parte simpática, no caminan hacia la parte amistosa que es la importante, que consiste en comprometerse en construir juntos un futuro, no cerrado para ellos sino que es un futuro que se abre hacia los demás, hacia los hijos o hacia la sociedad.

¿Entonces afirma que realmente en estas relaciones no se conoce en el fondo a la persona, son superficiales?

Efectivamente, las personas nunca podemos decir que a la otra persona, al cónyuge, lo conocemos al cien por cien, porque ni nosotros mismos nos conocemos. No es extraño que nos quedemos sorprendidos a veces de nosotros mismos, por cosas que vamos descubriendo a lo largo de nuestra vida.

Sí es verdad que cuando el amor parte de una buena fundamentación, podríamos decir que la parte del nosotros va creciendo sin anular o aminorar el “yo” y el “tu”, porque si no, estaríamos hablando de un amor que es sombra del otro. El amor verdadero siempre suma, nunca resta.

Usted afirma que el amor es “sapencial”, que sobre el amor uno aprende y puede saborear qué es el amor ¿Se conoce más cuando se ama y cuando se ama se conoce más?

Se ama lo que se conoce, si no se conoce, no se ama.

Una aportación muy bonita de Juan Pablo II es que siempre hemos pensado que el amor es romántico, que hay que dejar a las emociones que fluyan, sin embargo Karol, antes de ser Papa, decía algo muy interesante y es que sobre el amor se puede reflexionar y, por tanto, descubrir su belleza, su bondad, en definitiva, su verdad. Con lo cual, cada vez que descubrimos algo nuevo del amor, nos vamos afianzando más en el amor porque en el fondo es lo que anhela nuestro corazón.

Una cosa lleva a otra porque a veces hay personas que no han tenido una experiencia bonita de amor y, sin embargo, a una edad ya no demasiado temprana lo descubren, porque siempre las personas, en algún momento de nuestra vida, nos podemos quedar sorprendidos de la grandeza y la belleza del amor. Nunca es tarde. Todas las personas por encima de razas, ideologías o religiones, podemos decir que en nuestro interior anhelamos descubrir la verdad del amor, que no es otra cosa que el amar y el ser amado, que son las bases que pueden sostener todos los demás ámbitos de nuestra vida.

En el contexto actual, a día de hoy, incluso los matrimonios cristianos jóvenes que están empezando y se topan con las primeras dificultades, ¿qué es lo que más puede echarse en falta en la forma que tienen de quererse?

Los Orientadores familiares del Centro de Orientación Familiar diocesano Juan Pablo II, acompañamos a distintos matrimonios o parejas de novios que atraviesan por alguna crisis. Al final, sea cual sea el motivo por el que ellos acuden para pedir ayuda, la base fundamental podríamos decir que está en la falta de comunicación. Hoy día el problema de comunicación es fundamental, porque no encontramos espacios apropiados que posibiliten el compartir la vida, con sus luces y sus sombras, en definitiva, conocernos, aceptarnos, amarnos.

La causa común de las crisis matrimoniales o de pareja es, por tanto, la falta de comunicación, pero existen tres conflictos principales en ámbitos más concretos como son: en primer lugar las dificultades en las relaciones sexuales, porque no se parte de la base de que somos diferentes, pero complementarios, influenciados en muchos casos por la ideología de género. Seguidamente serían los conflictos en la responsabilidad de asumir las tareas del hogar. Esto que nos parece hoy superado, sin embargo, la mujer se implica mucho más que el hombre y produce en ella una sobrecarga, y no digamos nada si también trabaja fuera del hogar. A día de hoy, pocos hombres se implican en estas tareas domésticas. Por último sería la forma diferente de concebir la educación de los hijos. Al tener una visión diferente, cada uno trata de inculcar la propia a sus hijos y ahí también surge el conflicto.

En definitiva acabamos con lo mismo que hemos empezado, la importancia que tiene la comunicación en el matrimonio, en la pareja. Hemos de buscas espacios de encuentro, también con otros matrimonios, que faciliten el compartir nuestras vidas, nuestros miedos, nuestras inquietudes,… y la Iglesia, desde la pastoral Familiar, nos ofrece estos espacios.

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada