Esta comunidad parroquial cuenta con un grupo de unos 15 catequistas, hombres y mujeres, encargados de catequizar a todos estos niños de primaria que vienen de cuatro colegios diferentes. Para que sea posible dar las clases, la organización de catequesis ha puesto todo de su parte.

Antes de cada clase, el aula parroquial donde tienen lugar las catequesis es desinfectada por el catequista. Las mesas donde se sientan están separadas por dos metros y cada niño cuenta con su propio material. “Se ha hecho de forma que no tengan que mezclarse entre chicos de distintos colegios y también dividiendo los grupos de 10 o 12 niños en dos. Así acuden en semanas alternas y se garantiza que no haya más de 6 en una clase”, nos explica Mariluz, coordinadora de los catequistas, que nos asegura que los niños ya vienen muy concienciados desde su colegio.

Hay padres que tampoco quieren arriesgarse y por ello los catequistas han contemplado la opción de las clases telemáticas. “Hemos hecho grupos de whatsapp donde se les envía la información, se les da una charla para que los padres en la casa puedan acompañar a los niños y ayudarles en sus tareas”, comenta Elena Fernández, catequista de Santa Fe. “Estoy sorprendida porque se lo están tomando en serio y dándole la importancia que realmente tiene, más en estos tiempos que estamos pasando. Estoy muy contenta”.

TRANSMISORES DE UNA ALEGRÍA

Jesús Machuca es otro de los catequistas que lleva cuatro años “echando una mano” en la parroquia de Santa Fe. Asegura que su labor de entrega desinteresada nace desde el cariño que siente por la parroquia. “La mayoría hemos sido monaguillos desde chiquitillos”, afirma. “En las catequesis lo que tenemos que enseñarles a los niños es el acercarse a Dios con todo el cariño, con todo lo que nos enseña la Palabra y que disfruten de esa gran fiesta de la Eucaristía que hacemos los domingos”.

Al igual que él, Elena se dedica a esto gratuitamente y se vuelca de lleno en esta experiencia piloto de las catequesis telemáticas. “En mi vida personal siempre he estado relacionada con grupos de catequesis, que a mí me llenan personalmente. Me siento tan feliz, tan dichosa, que quiero compartirlo con los de alrededor, con los niños. Intentar llenarles ese hueco, esa parte, para que en su vida pueda ir creciendo en ellos la fe”, cuenta Elena, que nos dice que solo da un poco de lo mucho que ha recibido y sigue recibiendo.

NO SON CLASES DE RELIGIÓN

El párroco de la Encarnación les ha dejado muy claro que las catequesis no son clases de religión, sino un espacio en el que el niño debe acercarse a la fe desde el testimonio y ayuda del propio catequista. “Nosotros les acompañamos en ese recorrido y también nosotros vamos aprendiendo de ellos cómo reciben ese aprendizaje fácilmente, cómo interactúan cada vez más contigo. Es como un hilo que van siguiendo”, explica Machuca, que también nos confiesa que lo que más les gusta a los niños son las parábolas de Jesús.

Elena, que es además madre de familia, asegura que la transmisión de la fe de estas catequesis es algo que dura toda la vida y que para ella se convierte en un motivo de esperanza. “Mi mayor sorpresa es ver la inocencia de los niños y que, esa fe que tú intentas inculcarle o compartir con ellos, a lo largo de los años siguen recordando esos momentos con felicidad, con cariño. La semillita siempre queda ahí”.

Sin otro motivo que el que nace de la alegría y el agradecimiento, los catequistas de Santa Fe se entregan así a la tarea de la catequización en este año incierto, saliendo al paso de las dificultades logísticas desde la creatividad que engendra su comunidad parroquial.

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada

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