Fecha de publicación: 4 de julio de 2019

Este Curso-Congreso trata sobre la distinción entre el Todo en el fragmento. En ese sentido, ¿qué interés puede tener hablar de la Trinidad hoy en día?

Bueno, creo que tratar de pensar en cómo se relacionan las partes con el todo resulta bastante problemático, ya sea que estemos hablando de ontología o de sociedad, y puede haber una tendencia a decir que el todo es más importante que las partes o las partes más importantes que el todo. Pero posiblemente es la Trinidad la que destaca la relacionalidad, y que el todo y las partes de Dios, por así decir, están todas interconectadas por relaciones. No es exactamente correcto hablar de Dios y de sus partes, por supuesto, sino que solo podemos hablar de la esencia y las personas, que no son exactamente “partes”, pero puede llegar a decirse que si Dios es así y si el mundo refleja a Dios, tal vez todo lo que hay en el mundo tiene esta estructura trinitaria. Esto puede ser más sutil que pensar en términos del todo y las partes.

A modo de ejemplo, ¿dónde cree que podemos ver esta separación en el modo en que nos relacionamos o en cómo vivimos en nuestro tiempo? ¿Se halla aquí una separación entre la forma de pensar trinitaria de la conciencia del cristiano y la forma de pensamiento secular?

Creo que hoy hay muchos problemas sobre la identidad y la pertenencia en nuestros días. El debate entre globalización y nacional populismo tiene mucho que ver con la identidad y la pertenencia. Ya sabe, ¿con que “todo” nos identificamos? ¿nos identificamos con el mundo entero? ¿nos identificamos con nuestra nación o región? ¿Existe alguna otra forma de totalidad o solo somos individuos aislados? Quizás no somos partes de nada en absoluto, pero entonces cada persona se convierte en una especie de todo en sí misma, y así llegamos al problema sobre cómo nos relacionamos. Parece que toda la cuestión sobre el todo es muy complicada pero es muy difícil evitarla. Resulta muy difícil no pensar en la idea de que las cosas suceden dentro de unos ciertos límites y que cuando intentamos sobrepasar esos límites todo se vuelve caótico, y la gente empieza a perder en todo caso cualquier sentido de identidad.

No obstante, también pienso que tenemos un problema a la hora de concebirnos como individuos aislados o como parte de un todo; nos faltan instituciones mediadoras y tenemos que centrarnos más en la prioridad de estas relaciones y en conformar todo tipo de asociaciones, que tienen sus propias costumbres, hábitos y roles, pero que obligan a la gente y conllevan deberes y derechos. Se trata un poco de la idea de autogobierno y la ciudadanía, que han sido parte de la concepción de Occidente desde el principio, pero ahora tenemos que renovarlos. Me parece que el sentido cristiano de la primacía de la relacionalidad y de la representación simbólica a la que llegamos por Cristo son modelos sociales muy importantes, y hoy tanto el sentido de la relación como el de la representación se encuentran en crisis. Todo se está rompiendo y al mismo tiempo está siendo controlando y manipulando de forma masiva por nuevas fuerzas, ya sea que estemos hablando de China o de Apple, Facebook y Google.

¿Puede decirse entonces que la razón secular tiene su propia idea de totalidad?

Sí, realmente tiende a tener su propia idea del todo en términos de poder o como un conjunto de normas formales e indiferentes que no pueden ser cuestionadas, y creo que la cuestión oscila entre pensar que nos hallamos dentro de una especie de totalidad natural por un lado, y la idea de que cualquier tipo de unidad social es completamente artificial por otro, y que tenemos que constituir todo esto mediante contratos y convenciones. Creo en todo caso que resulta muy difícil pensar en cualquier totalidad como algo natural, excepto si contamos con las ideas de totalidad que puede concebir el cerebro humano. Mas sin lugar a dudas existe la idea de un orden secular que ha logrado establecer normas muy fuertes y que nos conciben de manera neutral. No obstante, como estas normas están pensadas para crear estructuras formales que protejan la libertad de elección del individuo, esto puede llegar a ser algo verdaderamente intolerante frente a cualquier grupo que tenga su propio conjunto de normas u objetivos en mente. De ahí me parece que nace una especie de nueva y sutil forma de totalitarismo.

¿Cree usted que los cristianos son hoy conscientes del sentido trinitario y relacional de su fe?

Hoy en día hay una falta de consciencia de la ontología trinitaria. Yo creo que de algún modo las cosas caminan hacia dos distintas direcciones. Creo que entre los teólogos hay una gran preocupación por intentar desarrollar una filosofía sobre la realidad y muchos de ellos piensan que debería de ser trinitaria. A veces esto se traduce en términos cristológicos, eucarísticos y demás. Esto es algo que está sucediendo, pero supongo que muchos teólogos tienen la impresión de que el pensamiento en términos estrictamente teológicos es algo que se da muy poco, incluso entre los fieles. Pienso que, en lo que respecta a muchos cristianos, pocos se preocupan de ningún tipo de ontología trinitaria. No estoy seguro de si se preocupan siquiera por la Trinidad, o cuánto tiene ésta que ver con su vida y oración.

No sé cómo será en la Iglesia Católica pero en la Anglicana ha habido toda una generación dominante que no ha tenido mucho interés por la doctrina o que quería diluirla. Creo que ahora hay una generación distinta que tiene más interés, pero sospecho que tratar de establecer una conexión entre la espiritualidad, la doctrina y la vida intelectual no es fácil para muchas personas y no suele suceder. Por eso creo que la Trinidad no es algo que esté muy viva en la conciencia de la mayoría de gente de Iglesia.

Usted se ha referido también a la crisis de la representación simbólica. ¿Qué cree usted que pasaría con el hombre si se le quita esta forma de representación o conocimiento simbólico?

Bajo riesgo de quedar reducido a un plano puramente animal o mecánico, creo que sin el significado simbólico en el fondo te quedas frente a una realidad sin sentido, de modo que solo puedes concebirte a ti mismo como un conjunto de impulsos accidentales o de elecciones que terminas haciendo, y esas decisiones están tomadas en función de grandes corporaciones que realmente están tratando de controlarte y obtener información sobre ti, haciéndote sentir cada vez más manipulado en tus decisiones y con la sensación de volverte cada vez más una máquina. De modo que si piensas que en el mundo no hay ninguna profundidad sacramental en él, no es fácil saber donde podrá acabar la gente. Me refiero a que acabarás por pensar que cualquier cosa significativa no es más que una ficción o una moda, solamente. Parece que volvemos eternamente sobre la idea de que todo lo que es significativo es la decisión, nuevas formas de eficiencia, como si estos fuesen fines en sí mismos. La paradoja es que pierdes el sentido de cualquier cosa verdaderamente nueva, porque nace es significativamente nueva, es solo una variación. Ya pensamos que tenemos el marco en el que creemos comprenderlo todo. Dentro de ese marco, nada resulta verdaderamente importante, de modo que el arte se convierte en una cuestión de impacto o ingenio, una broma o algo irónico. No puede seguir siendo revelador de nada, de modo que pensamos cada vez más que el reducto de la religión en el arte no tiene que ver con la religión, y que incluso eso está desapareciendo. A menos que, por supuesto, mucha gente redescubra eso, sobre todo cuando los artistas están tratando de cubrir el hueco entre realidad y arte. Buena parte del arte moderno parecen ser cosas como paisajes o alguna especie de instalación, de modo que se podría decir que existe un intento radical de recuperar lo sacramental y simbólico. No quiero dar la impresión de que todo es tan malo y decadente, también se dan estas encrucijadas.

¿Cómo cree que la Trinidad trata de salvarnos de estas trampas del mundo contemporáneo?

Creo que necesitamos el sentido de que estamos imitando a la generación del Padre del Hijo o del mismo logos. Que nuestros intentos de expresión no son solo un ejercicio de libertad, sino que también somos atraídos hacia algo que buscamos detrás de nuestras expresiones, y que esto es una participación en la expresión del logos del Padre. Y que frente a nuestra respuesta a este espíritu con el que nos expresamos, el resto de personas responden igualmente a lo que estamos haciendo, y esto es una especie de participación en la vida de la Trinidad.

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada