Fecha de publicación: 9 de enero de 2020

Dijiste que ibas a seguir siendo el mismo Juande antes y después de la ordenación, ¿sigues pensando lo mismo ahora después de la ordenación?

Sí, yo como persona, sigo siendo el mismo de antes con mis defectos, mis errores, mis limitaciones. Aunque sí veo y pude comprobar el sábado que el Señor me quiere con locura, con un amor infinito, y que me regala todo; principalmente la ordenación sacerdotal que me configura con Él de una manera especial y me hace también caminar con la certeza de que Cristo está conmigo siempre.

¿Qué pensamientos te invadieron durante la celebración de las ordenaciones? ¿Cómo lo viviste?

Hay como tres momentos de la celebración de la ordenación sacerdotal que se me quedaron como muy marcados y me impactaron mucho. El primero es cuando los ordenados se tumban en la Catedral y el pueblo pide por ellos, por las Letanías de los Santos y uno se ve superpequeño porque ve cómo todo el Pueblo de Dios y los sacerdotes rezan por él. Como que uno dice: “Señor, soy tuyo a partir de ahora para siempre”.

Luego después, en la imposición de manos, primero del Arzobispo y después de todos los sacerdotes, uno ve cómo el Espíritu Santo, a través de todas estas personas, de todos los sacerdotes, va entrando en ti con esa imposición de manos. También el abrazo de mis padres al final de la celebración. Veía emocionado con lágrimas en los ojos cómo, gracias a ellos que me han dado la vida, y todo el cariño y el amor con el que me han cuidado siempre. Pues estoy embargado de emoción, de alegría y con una felicidad grandísima.

¿Qué piensas que le debes a tu familia de tu vocación?

Mis padres siempre han intentado cuidarnos a todos como familia y con su entrega, con su cariño, con su perdón cuando metíamos la pata o hacíamos cosas un poco incomprensibles a sus ojos. Gracias a ellos y al cariño también de mis hermanos. Nosotros somos cinco hermanos y siempre hemos estado muy unidos. Estas Navidades han sido, de hecho, muy familiares. Hemos podido compartir juntos la vida familiar y yo he visto cómo todo lo que yo he recibido en mi casa es lo que después he podido dar a la gente. Y si yo puedo sonreír a los demás, o querer a los demás o entregarme a los demás es porque antes lo he vivido y he recibido en mi casa.

¿Qué ha supuesto para ti el hecho de ordenarte junto con Rubén después de haber estado caminando juntos tantos años?

Ese ha sido otro gesto de alegría grande. El poder terminar un camino que comenzamos juntos desde que entramos en el Seminario Menor hace unos diez años y ordenarnos juntos pues ha sido otro signo de alegría grande del Señor.
También por todas las cosas compartidas a lo largo de los años de seminario: las dificultades, los dramas y los problemas que ha habido a lo largo de estos años, y grandes y graves, pero que el Señor, a pesar de eso, nos ha mantenido fieles a Él, unidos también en la amistad y ahora como hermanos en el presbiterio. Cuando le pude dar el abrazo de la paz después de la consagración veía cómo ese signo de amistad que empezó desde pequeñitos, continúa ahora con una certeza y una madurez muchísimo más real y verdadera, que deseo que continúe para siempre.

¿Qué significó para ti el celebrar tu primera Eucaristía en tu parroquia de toda la vida en Ogíjares?

El momento de la primera Misa ha sido un momento único en mi vida. Fue un regalo grandísimo el poder celebrar en esta parroquia donde he celebrado tantas Misas con mi párroco, con D. Ángel, con D. Manuel también, el sacerdote que está allí ayudando, y ver a toda mi familia, a mis primos, a mis amigos, a gente que quiero desde hace un montón de años que se reunían para vivir y compartir juntos ese momento, de verdad ha sido algo alucinante de lo que todavía sigo emocionado.

Destaco de una manera especial el momento de la consagración que le compartía a mi compañero David, que me ayudó un poco en la celebración y guiándome un poco, pues era la primera Misa y uno está un poco perdido. Le decía que en el momento de la consagración estaba como tan atento, tan preocupado de que estuviera el Señor, que se me pasó rapidísimo y cuando me di cuenta me dije: “Madre mía, aquí está el Señor, delante de mí, a través de mis manos”. No sé, como que a uno le embarga la emoción y le sobrecoge cómo el Señor actúa de esa manera a través de sus manos.

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada