La gente tiene más necesidad de escucha que de alimento. A esa conclusión llegó la parroquia de Cúllar Vega, tras comprobar cómo esa necesidad de escucha primaba por encima de otra cosa. “Veíamos que en la atención de Cáritas parroquial, uno podía pasarse con una persona una hora, ¡pero solo escuchando!”, dice el párroco, D. Enrique Ferrer. 

Hace cosa de un año, desde la parroquia empezaron a percibir en el pueblo la necesidad de muchas personas mayores solas, además de inmigrantes que se habían puesto en contacto con ellos, pero de los que después no se sabía nada. “Vimos la necesidad de que necesitábamos atenderlos y que el primer paso era escucharlos, y ofrecer un acompañamiento”, cuenta Ferrer.

Al mismo tiempo, entre los parroquianos de Cúllar Vega resultó haber varios con cierta experiencia en técnicas de escucha o que se habían interesado por los cursos de la Pastoral Familiar inspirados en ese sentido. Nadie sospechaba que, poco después de empezar a ofrecer este servicio telefónico, llegaría una pandemia mundial que obligaría al confinamiento de la población.

ATENDIENDO SITUACIONES DRAMÁTICAS

“La Escucha” ya había nacido y los voluntarios que por entonces colaboraban con ella, hubieron de enfrentarse con situaciones especialmente duras. “Fueron meses de mucha congoja personal. Ha sido una experiencia tan extraña, tan especial, tan traumática… Los que tenemos cierta sensibilidad a esos problemas, lo hemos pasado muy mal”, dice Paco, que durante esos meses de confinamiento puso a disposición su experiencia de acompañamiento a personas vulnerables.

Los casos fueron dramáticos. Personas en situaciones de exclusión a quienes el confinamiento terminó hundiendo más, ancianos que no podían ser visitados en sus casas y sentían aun más el peso de su soledad… “Cuando se veían agobiados también se ponían en contacto con nosotros. Ha habido un intercambio de comunicación, de acogida y de seguimiento de todos los casos de las familias que han acudido a nosotros”, dice Mari Carmen, también voluntaria en Cúllar Vega.

Lo sorprendente es que ya no fueron solamente casos de personas o familias en situación de exclusión social, sino gente con dramas personales importantes, que perdieron de golpe a su esposa, que pasaban una dura crisis matrimonial o por momentos de verdadera desesperación. Aquello determinó al párroco a empezar a orientar más este acompañamiento hacia una perspectiva más espiritual.

LA ESCUCHA ABRE PROCESOS DE CAMBIO

“La escucha lleva implícita muchas cosas”, explica Araceli, actual voluntaria de esta iniciativa, que cuenta con experiencia en ‘counselling’ y participa también de los cursos de la Pastoral Familiar. “Se trata de callar, escuchar, y mientras estás escuchando, hacer tuyo el sufrimiento o el problema de la otra persona. No es fácil porque lo primero que nos sale es contestar. Se trata de todo lo contrario: de callar, asentir, seguir el hilo de la conversación. Que la persona sepa que tú estás ahí y que para ti ahora mismo lo más importante es quien te está hablando”.

La clave de estas técnicas de escucha es la de escuchar pero sin ofrecer una respuesta directa, sino más bien ayudar a que el propio afectado se encuentra consigo mismo y vaya dando con sus propias respuestas. “Son personas que interiormente lo están pasando mal, sobre todo espiritualmente. Me he encontrado con personas que se dan cuenta de que en su vida lo han hecho mal, otras a las que les han hecho daño y que no saben cómo enfrentarlo ese daño”, dice Araceli. “Parece que como la vida va tan rápido no nos da tiempo a pararnos y escucharnos a nosotros mismos”.

“A veces, ante tantos problemas, la gente ha perdido su sentimiento de ser personas. Cuando uno escucha y lo tienes al lado, el otro se siente como hasta reconocido. Eso les lleva a abrirse, a sincerarse y a veces ves que se van tranquilos, con una cierta paz”, dice un emocionado D. Enrique Ferrer, que afirma haber sido testigo de cómo esta escucha ha podido ir abriendo procesos de cambio en algunas personas. “Una iglesia en salida hacia las periferias tiene que hacer lo posible para acoger a los pobres y personas vulnerables. Estos hermanos nuestros no han perdido su lugar y hay que darles espacio y escucharlos. En palabras Crisostomo: el pobre es otro Cristo”, concluye. 

Desde la parroquia aseguran que la situación sigue siendo especialmente grave para muchas personas. La idea ahora es que “La Escucha”, pueda seguir madurando como un medio de acompañamiento para todas estas personas que lo necesiten. Que quien se enfrente ante situaciones límite pueda encontrar una brizna de consuelo o un oído amigo que le ayude a poder salir adelante.

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada

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