Fecha de publicación: 31 de marzo de 2015

Desde el origen de nuestra historia, el pecado de los hombres nos cerró las puertas del Paraíso, aquel lugar para el que nuestro corazón está hecho; aquel lugar de amor, de vida, de luz, de frescura; aquel lugar que corresponde profundamente a los deseos del corazón humano porque el Paraíso eres Tú, Señor.

Quedó cerrado, y el Libro del Génesis comenta que Dios puso a la entrada del Paraíso un querubín con una espada que se dirigía a todas partes y que cerraba el paso. Aquella espada que cerraba el paso al Paraíso ha sido apartada por la lanza que ha abierto tus entrañas. La lanza que ha abierto tus entrañas nos ha abierto de nuevo el Paraíso. Tu muerte nos ha dado la vida.

Dice el evangelista que de tu costado brotó sangre y agua: Bautismo y Eucaristía. En esos gestos donde Tú, vencedor de la muerte, nos comunicas tu Vida y nos permites vivirla como hijos de Dios. Los Sacramentos de la Iglesia. En el Bautismo y en la Eucaristía tu Vida se nos da, misteriosamente; tu Vida Divina, hoy traspasada, que todos anhelamos vivir porque todos tenemos nostalgia de aquel Paraíso perdido y Tú nos abres de nuevo el camino a él.

Padrenuestro
Que estás en el Cielo
Santificado sea tu Nombre
Venga a nosotros tu Reina
Hágase tu Voluntad
En la tierra como en el Cielo
Danos hoy nuestro pan de cada día
Perdona nuestras ofensas
Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden
No nos dejes caer en la tentación
Y líbranos del mal.
Amén.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

31 de marzo de 2015
Plaza de las Pasiegas