El conocido como Triduo Pascual comienza a vivirse el Jueves Santo, con la conmemoración de la Última Cena de Jesús con los suyos y termina con la celebración del triunfo de Jesús sobre la muerte y el pecado el Domingo Resurrección del Señor.

Jueves Santo

El Jueves Santo comienza normalmente en la liturgia con la Misa Crismal. Durante esta Eucaristía, que canónicamente está presidida siempre por el obispo y concelebrada con los sacerdotes diocesanos, se consagra el Santo Crisma, la sustancia sacramental con la que se unge a los bautizados, a los que reciben la Confirmación y con la que también son ordenados obispos y sacerdotes.

El centro del Jueves es no obstante la celebración de la Última Cena. Se trata de la noche en que Jesús “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn, 13,1). Jesús va a ser entregado y ofrece a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino.

A la comunión eucarística, se une el gesto del lavatorio de los pies, que reproduce la entrega de Jesús en la cruz por amor a todos los hombres. Durante la Última Cena Jesús llama a los suyos “amigos” y no “siervos”, y establece el mandato del amor fraterno: “Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15,12). Ese día es celebrado por toda la Iglesia como el Día del Amor Fraterno y la diócesis de Granada destina la colecta de todas las parroquias de la diócesis de ese día para los proyectos de Cáritas Diocesana de Granada.

La reserva y adoración del Santísimo del Jueves Santo ha de ser concebida especialmente desde la perspectiva sacrificial de la Eucaristía. Quien está en el sagrario es quien se entregó en la cruz y quien sigue haciéndolo en cada celebración. El Viernes Santo no puede haber consagración eucarística, ya que Cristo ha sido muerto.

Viernes Santo

El segundo día del Triduo Pascual se centra en la contemplación del sacrificio de Cristo por cada hombre.

En efecto, este día no hay consagración eucarística, pero sí que se puede comulgar y venerar el Misterio de la Cruz de Jesús. Se adora solemnemente la Cruz porque Jesucristo habiendo sido clavado en la cruz, y habiendo muerto allí ese día, la santificó con su sangre.

La Conferencia Episcopal Española ha recordado que se trata de un día de penitencia obligatorio en el que ha de guardarse ayuno y abstinencia. Un ayuno que “consiste en no hacer sino una sola comida al día”. Aun así, no se prohíbe tomar algo de alimento por la mañana y la noche, pero siempre recordando “las legítimas costumbres respecto a la cantidad y calidad de los alimentos”.

La Iglesia celebra igualmente ese día la colecta pontificia por los Santos Lugares, destinada a las necesidades de la Iglesia en Tierra Santa, a la que la Iglesia recuerda especialmente en este día santo.

Desde el Viernes Santo hasta la noche de la Vigilia Pascual, la Iglesia es invitada a permanecer junto al sepulcro del Señor, esperando, en la oración y el ayuno, el momento de su Resurrección.

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada