Fecha de publicación: 24 de julio de 2019

La diócesis no es ajena a la problemática de los migrantes que atraviesan nuestras costas buscando otro futuro o escapando de una situación insostenible en su país de procedencia. La atención en Granada está especialmente dedicada preferente a subsaharianos pues normalmente es el colectivo migratorio más vulnerable. Varios de los acogidos han sido menores que han estado en centros tutelados de la Junta y que tienen que salir por ley al cumplir los 18 años.

Algunos de los espacios diocesanos infrautilizados se abrieron en el llamado Proyecto PAIS. De este modo, la diócesis ha habilitado varios pisos de acogida como los cedidos por los jesuitas situados en el Paseo de la Cartuja y que sirven ahora para la acogida de migrantes de entre 18 y 30 años. Aquí hay más de una quincena de personas que encuentran un techo mientras encuentran una salida a su situación.

Además de estos espacios cedidos por los jesuitas, hay otras congregaciones religiosas que han cedido sus instalacines como las religiosas del Sagrado Corazón, que han permitido la habilitación de otro piso en el Zaidín, pensado en este caso para mujeres con niños. Igualmente. la Fundación Fray Leopoldo también abre todas las tardes las puertas de la antigua residencia de los Capuchinos a talleres de integración e idioma sostenidos por multitud de voluntarios. Sea como fuere, se trata de recursos que se encuentran lógicamente saturados y en lista de espera.

TRATO HUMANO ANTE EL FLUJO “IMPARABLE”

El Delegado de Migraciones en Granada, D. Manuel Velázquez, explica que el flujo migratorio es “imparable” y que, si bien ahora puede aumentar un poco debido a las mejores condiciones meteorológicas, “sigue siendo un problema mientras no se atajen las causas”. Especialmente dramática es esta “inmigración de la desesperación”, esas personas que tienen que salir por fuerza de sus países “porque les han robado su sitio en el mundo o no pueden vivir por el hambre, por las guerras y demás situaciones insostenibles”, comenta.

“Hay que recordar lo de san Juan XXIII cuando decía que contra el derecho a emigrar, está el derecho a no tener que hacerlo. Se trata de migraciones forzadas en la mayor parte de los casos”, dice D. Manuel Velázquez. “El migrante lo que más espera y necesita es que se le tienda una mano, y que nos reconozcamos como seres humanos y nos miremos a los ojos y realmente escuchemos su peripecia vital, su historia. No solamente hay que abrirles nuestros espacios infrautilizados, sino sobre todo nuestro corazón y nuestra amistad”.

Una de las novedades logradas por iniciativa de la Delegación de Migraciones ha sido la aprobación del protocolo de emergencia PECOL, que permite articular una acogida colectiva de migrantes de forma organizada durante un plazo máximo de 30 días y con una confluencia de recursos públicos y privados. Esta iniciativa, en la que están implicadas hasta 46 entidades sociales, ofrece durante ese periodo un servicio de asesoría jurídica, asistencia sanitaria, traducción y a la vez un acompañamiento personal y profesional que les permite seguir adelante en su viaje, ya que la mayoría de migrantes no dejan de estar de paso.

“Muchos tienen su proyecto migratorio y sus contactos, y lo que hacemos es ayudarles a que sigan adelante”, comenta el Delegado, “luego además los que tienen derecho a asilo y lo demandan suelen encontrar otros recursos”.

Ignacio Álvarez
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada