Alocución de Mons. Javier Martínez en la Santa Iglesia Catedral, donde explica a los niños el amor infinito de Dios, en la ceremonia de acogida de la Luz de la Paz de Belén, que recorrió la ciudad desde la Basílica de las Angustias y llenó el templo catedralicio de niños con sus lámparas.

Nuestras vidas sin Jesús están a oscuras, porque no terminamos de saber qué hacemos aquí; para qué es vivir; por qué hay cosas que son buenas y cosas que son malas; para qué es la vida; para qué hay que levantarse los lunes y estudiar e ir al colegio; y por qué hay tan pocos ratos para jugar; por qué mi abuelito se pone malo; o por qué papá y mamá se han separado. Mil cosas que nos hacen surgir preguntas en el fondo del corazón.

Y no es que el hecho de que Jesús haya venido nos dé una receta para cada una de esas cosas. No, nos la da. Pero Jesucristo nos dice: todo lo que hay de bonito en el mundo, todas las luces que hay en el mundo son parte de una luz que es el amor que yo te tengo. Y esa luz vence, porque esa luz es expresión de un amor sin límites. Dios nos ama. Por muy grandes que sean las cosas malas que hay en el mundo, el amor de Dios es mucho más grande. Es como si todas las cosas malas del mundo fueran como una canica, como una lenteja, (…) y el amor de Dios es mucho más grande. (…) Es infinitivo, no tiene medida: es tan grande, tan grande, que no lo podemos medir. (…)

Ese amor de Dios es para ti (…). Para todos hay un amor infinito. Y eso significa que todos podemos coger de ese amor todo el que necesitamos, y no disminuye. Si cojo con un vasito de agua algo del mar, ¿el mar baja? No se nota que baja. El amor de Dios es mucho más grande que el mar. Decir que el Señor nos ama con un amor infinito significa que por mucho que coja, no disminuya nada; por mucho que millones de hombres cojamos todo lo que necesitamos en nuestra vida, no disminuye nada. Fijaros qué amor tan precioso, como para no estar contentos. ¿Contentos porque todo en la vida va bien? No. Contentos porque aunque vaya en la vida como vaya, hay un amor al que puedo acudir siempre. ¿Quién es ese amor, cómo se llama? Jesús. El amor infinito de Dios se llama Jesús. Y Jesús está aquí en medio de nosotros y se nos da cada vez que comulgamos, y cada vez que pedimos perdón por nuestros pecados, y ese amor se nos da y está disponible siempre para acompañarnos.

Cuando celebramos la Navidad estamos celebrando ese amor. (…) El mal entero del mundo, todas las lágrimas del mundo, todas las guerras del mundo: como el tamaño de una uña; y el tamaño del amor de Dios: como el universo entero, y el universo entero –lo dice en un lugar la Biblia- no es más que una mota de polvo en la mano del Señor. Así que imaginaros cómo es el amor que nos da el Señor. Como para no cantar y estar contentos. Claro que estamos contentos, mucho, pero –repito- no porque las cosas del mundo vayan bien o porque nuestra vida vaya bien, sino porque vaya como vaya ese amor está ahí para mí. (…)

Para cada uno de vosotros, para mí, para cada uno de nosotros, está disponible, siempre, siempre, siempre, ese amor de Jesús, ese amor de Dios que es Jesús, compañero de camino,  (…) no estar solo en el camino de la vida. Jesús es el mejor amigo, el mejor compañero de camino, el mejor novio, el mejor esposo. El amor que todos necesitamos para poder vivir contentos.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

S.I Catedral, 22 de diciembre de 2013

Palabras dirigidas a los niños en la acogida de la Luz de la Paz de Belén.

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